VIDAS CALLEJERAS

01/10/2014 04:00 Tanya Guerrero Actualizada 02:05
 
Palabras de espera, de lealtad y de amor eterno han caminado entre sus manos. Para significarlas, Miguel las atrapa, las pule y las adorna dejándolas brillantes como zafiros sobre las hojas blancas. Ellas forman parte de su oficio, el de mecanógrafo público del portal de Santo Domingo, al que se dedica desde hace  más de 35 años.
 
 De todas las cartas que Miguel Hernández ha escrito en sus 63 años de vida, la más significativa fue dictada por una mujer cuyo familiar cruzó la frontera. “Hizo muchas cartas para alguien que se fue y no regresaba. Creo que nunca regresó, era bastante triste”.
 
 Muchas personas que vienen con Miguel recuerdan la tradición que estos portales resguardan. La de los antiguos escribanos, quienes desde el siglo XVIII utilizaban plumas de ave y tinteros para hechizar por medio de rimas.
 
 Hoy, los golpeteos de las máquinas de escribir resuenan en un espacio histórico que se rehúsa a olvidar. Todo, con tal de preservar la tradición de poner en palabras los sentimientos de amor y entrega como en aquellos tiempos, aunque ahora en mucho menor medida. 
 
“Vienen personas que quieren rendir un homenaje por medio de palabras como: ‘Eres mi diosa, mi único ser en el mundo’, pero también gente que se está despidiendo”, dice. 
 
Miguel estudió mecanografía comercial en una  academia, donde aprendió ortografía y redacción. Aunque acepta que no es perfecto, trata de esmerarse para que no se le vaya ningún detalle y el  cliente quede contento. 
 
Para él, lo más importante de trabajar aquí es el honor que representa seguir una tradición que, a su parecer, le da una identidad a los mexicanos. “De niño venía aquí con mi abuelito y él hacía sus cartas. Cuando a usted un lugar le trae recuerdos bellos, se vuelve especial”, dice mientras comienza a guardar las hojas de su máquina, porque a las 6:00 de la tarde para él termina el día.
 
Para solicitar su ayuda, hoy se sentaron junto a él cinco personas. La mayoría por documentos oficiales, laborales y una para hablar de amor. A todos, Miguel los atendió con gusto. “Para mí, Santo Domingo es una fuente de trabajo para sostener a mi familia, aparte de sentir la satisfacción de que mi trabajo tiene valor porque la gente nos aprecia”.
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