El más grande ridículo del Barcelona

Gerardo Velázquez de León

OPINIÓN 08/05/2019 00:00 Gerardo Velázquez de León Actualizada 23:50

Cuando hace un año, Edin Dzeko, Daniele de Rossi y Kostas Manolas anotaron los goles —en el Olímpico de Roma— que dejaron fuera al Barcelona en la semifinal de la Champions League, nadie podría imaginar que existiría tan pronto una peor humillación.

Lo que se vivió en Anfield Road ha sido el peor desastre en la historia del futbol catalán, de la era Leo Messi, de los dominadores de la Liga española de las últimas décadas. Simplemente, no funcionan en Europa, porque caer 4-3 cuando llegaron a Inglaterra con tres goles de ventaja, no es de equipo de jerarquía.

Ernesto Valverde, entrenador del Barcelona, sabe que esto es peor que lo vivido en Roma, y mucho más grotesco y humillante que la eliminación de 2016, cuando llegaban con dos de ventaja contra el Atlético de Madrid y perdieron su pase a la final, o la de 2013, cuando los humilló el Bayern Munich con un 7-0 global. Esta fue la más aberrante versión del equipo que tiene al mejor jugador del mundo y la incapacidad del entrenador fue evidente para frenar a un Liverpool con hambre, con fuerza física y con alto entendimiento de lo que se estaba jugando y, además, sin su tres principales figuras en el campo.

Y Valverde solamente dijo “lo sentimos mucho”. Y en una actitud desfachatada, afirmó —en conferencia de prensa— que su equipo ha ganado mucho y “hay veces que nos toca perder”. Patéticas declaraciones, pero sobre todo llenas de mentiras.

Este tipo de partidos cobran facturas inmediatas. Valverde se irá del Barcelona, como lo hizo Santiago Solari, al ser humillado el Real Madrid con el Ajax, con la única diferencia que el madridismo viene de ganar tres Champions consecutivas. Lo de los catalanes es imperdonable y bochornoso para la historia de un club que pretende ser el más grande de Europa, pero que hoy sufre su realidad. No es ni siquiera el segundo en la lista, después del Madrid, de los que más títulos europeos presume. Antes de ellos está el Milan con siete, mientras que Barcelona, Bayern Munich y Liverpool están con cinco, pero para el paso que llevan los ingleses, pueden ganar la sexta el 1 de junio.

En el Barcelona nadie se salva, ni Messi. Un equipo que poco a poco renuncia a un estilo, futbolistas que lucen desconcertados y sin fuerza mental, y —si no— fíjense en el cuarto gol, en el que todos los defensas le dan la espalda al balón; en fin, un catálogo de mediocridad lo presentado en la semifinal de Champions League en Liverpool. Parecían más el APOEL de Chipre que el todo poderoso Barcelona. Humillados sin meter las manos.

Messi tendrá que pasar otro trago amargo en su carrera. Parece que el destino le tiene preparadas jugarretas constantes, tanto con el Barcelona como con la selección argentina, porque cuando más se espera que ganen, pierden.

Mientras Jürgen Klopp se forja como el mejor entrenador del mundo (tres finales en seis años) y disfruta del juego, de sus futbolistas y del entorno, el Barcelona tiene marañas mentales muy profundas, de esas que no serán fáciles de quitar en el corto plazo. Josep Maria Bartomeu ha demostrado ser el peor presidente de uno de los mejores equipos del planeta, de esos que solamente saben ganar localmente. 

 

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