La toma del Zócalo

LEO AGUSTO

OPINIÓN 04/07/2018 07:13 LEO AGUSTO Actualizada 15:14

El espacio público había estado vedado para las manifestaciones políticas, en los últimos seis años se utilizó para eventos sociales como conciertos y las ferias del libro y de las culturas amigas; para la verbena popular de la noche del 15 de septiembre, los acarreados del Edomex fueron siempre los invitados especiales. 

Desde el inicio del actual sexenio, se comenzaron a criminalizar las protestas sociales y el sello de la casa fue el abuso policial contra los manifestantes, documentado en su momento por el movimiento 1D. Pero la noche del 1 de julio, la gente recuperó el Zócalo, era el lugar donde haría catarsis la democracia, el reconocimiento del voto mayoritario en favor de López Obrador. Ríos de gente, dirían los románticos, fluyeron hasta la plaza mayor al encuentro con el nuevo Tlatoani. Aquello iba de bailes y banderas en alto, de lágrimas de felicidad, de familias que festejaban el inimaginable reconocimiento del triunfo. 

Muchos de los asistentes habían estado ahí en otros momentos de la izquierda en México, como el conflicto poslectoral de 1988, el movimiento estudiantil del 68, la llegada del EZLN en 2001. La misma plaza donde la gente se reunió la noche de la elección de 2006 para enterarse que no había resultados de la elección presidencial. Por lo pronto, la izquierda, que se concentra mayoritariamente en la capital del país, tuvo la distinción de celebrar en grande y en el mejor lugar, la victoria de Obrador en las urnas. El escenario histórico que vivimos se parece mucho al momento de la victoria de Vicente Fox en el año 2000, cuando se tuvo la expectativa de apertura de espacios para las distintas expresiones de pensamiento, del ejercicio de la libertad de expresión. 

Aunque la expectativa es alta, López Obrador tiene el claro mandato de bajar los índices de corrupción y de impunidad en el país. Y también bajar los niveles de violencia que han llegado a niveles de país en guerra. 

Entre quienes miran con recelo al virtual Presidente electo, tras la alianza conservadora con el PES, deben darle al nuevo régimen el beneficio de la transición y los primeros 100 días de gobierno, momento en que se verá el impulso o veto a la agenda de derechos civiles. Pero, ahora, los jóvenes votantes descubrieron el verdadero poder de las urnas.

El tigre le dio un cheque en blanco a López Obrador y tendrá tres años para que los cambios más urgentes comiencen a dar resultados. Despachar desde Palacio Nacional será una señal de las nuevas formas de ejercer el poder presidencial, con un estilo clásico donde los derechos civiles se ponen a consulta.

López Obrador tendrá que cumplir los compromisos que ha asumido en sus primeros discursos, después de la victoria en las urnas, con el riesgo de que el Partido Encuentro Social se vea orillado a formar nuevas alianzas con partidos que impulsen su agenda. Y en estos tiempos donde todo se ve en función del voto corporativo, no extrañaría la mezcla de colores tras tentativo porcentaje de votación: 2%. 

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