Sobre el miedo al populismo

OPINIÓN 30/09/2015 05:00 Actualizada 05:00

El presidente ENRIQUE Peña Nieto llevó su temor al populismo hasta la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El lunes advirtió en esa alta tribuna internacional: “Con las crecientes desigualdades, con una crisis económica mundial que no cede y con la frustración social que esto provoca, el mundo de hoy está expuesto a la amenaza de los nuevos populismos (…) de izquierda y de derecha, pero todos riesgosos por igual”.

Luego pidió a las sociedades estar alerta frente a quienes se aprovechan de sus miedos para sembrar odio y rencor, para dividir a las poblaciones con el único propósito de cumplir agendas políticas y satisfacer ambiciones personales.

¿A quiénes se refería el Presidente puesto que no dio nombres?

Una primera interpretación, hecha casi a bote pronto ahí mismo en Naciones Unidas, remitió a Donald Trump, el millonario xenófobo que aspira a la candidatura presidencial republicana de Estados Unidos. Otra, casi inevitable, al presidente venezolano Nicolás Maduro.

¿Pero quién es en México, para el grupo en el poder, el populista por antonomasia?

Dicho por ellos mismos (los priístas de ahora y los panistas de antes): Andrés Manuel López Obrador.

La caracterización de populista del hoy líder de Morena y sólido aspirante a la Presidencia de México por tercera ocasión, fue el fundamento de aquella campaña sucia del “peligro para México”, impulsada y financiada por el sector empresarial, y avalada y potenciada por el poder político, que tanto miedo infundió entre no pocos mexicanos.

De acuerdo con el diccionario político del reconocido politólogo italiano Norberto Bobbio, el populismo designa corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo a los partidos tradicionales (institucionales e ideológicos), su reiterada denuncia de la corrupción política de las clases privilegiadas y su constante apelación al pueblo como fuente del poder.

El discurso y el proceder político de AMLO encajan, en efecto, en la caracterización de Bobbio. Pero denunciar la corrupción, confrontar a las élites y a los partidos que le han dado carta de naturalización y buscar en el pueblo una fuente de legitimidad ¿son peligros para nuestro México? ¿No son, más bien, un peligro para quienes hoy detentan el poder político y económico con los resultados de desigualdad y pobreza que hoy tenemos?

El problema, en todo caso, no es el populismo tal y como Bobbio lo define. El problema es el radicalismo intolerante (éste sí en los extremos de la izquierda y la derecha), antidemocrático por vocación y con tendencias dictatoriales, y que representan, estos sí, personajes como Trump o Maduro.

Pero es tan tenue la frontera entre radicalismo y populismo, que el poder amenazado no la distingue. Prefiere confundir los dos conceptos, de manera tal que radicalismo sea populismo y viceversa, para atizar el miedo que siembra odio y rencor del que acusa a quienes se le oponen.

Es natural que quien detenta el poder haga lo que esté a su alcance para que su partido o fracción política lo conserve. Sin embargo, el presidente Peña Nieto y sus estrategas deberán calcular qué tanto la estrategia de descalificar a AMLO con ‘el petate’ del populismo más bien lo apuntala. Porque en no más de dos meses, el Presidente no sólo ha llevado a la ONU ese discurso. También lo hizo el pasado 25 de julio ante el priísmo nacional y más recientemente, el 1 de septiembre, en su Tercer Informe de Gobierno.

Tan recurrentes descalificaciones sólo pueden significar que la candidatura del líder de Morena será un fuerte desafío y que ya está en marcha una estrategia para contenerlo, igual que en 2006 y 2012.

Instantánea. UNAM. El próximo 6 de octubre vence el plazo para que se registren los aspirantes a la rectoría de nuestra máxima casa de estudios. Tres nombres se ubican en la recta final de ese proceso sucesorio: la bióloga Rosaura Ruiz, directora de la Facultad de Ciencias, cercana a la izquierda universitaria; el doctor en ingeniería Sergio Alcocer, ex secretario general de la UNAM cuya candidatura es bien vista desde Los Pinos; y el oftalmólogo Enrique Graue, quien se asume como la opción en caso de que los extremos llegaran a anularse.

@RaulRodriguezC
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