AMLO y sus pasiones

OPINIÓN 29/04/2015 05:00 Actualizada 05:00

ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR es en este país, sin duda, el líder real de la oposición política. Quienes desde otros partidos que no están en el poder se asumen como tales en la formalidad institucional, más bien son farsantes o comparsas, según les convenga.

El Peje, por lo demás, es un personaje que desata pasiones: desde la veneración, entre muchos de sus seguidores, hasta el odio obcecado entre sus detractores.

Es imposible saber quiénes son los más y quienes los menos, pero una idea clara de que tiene muchos en los dos lados la dio el extendido número de familias que se dividieron, políticamente hablando, las dos veces que AMLO fue candidato a la Presidencia. Si usted no lo vio fue porque no quiso y si no lo cree, pregunte.

Ocurre a muchos ahora, incluido quien esto escribe, que la lucha seguidor-detractor de El Peje, tiene como cuadrilátero nuestras propias cabezas. Se intentará una explicación, a partir de las declaraciones que el presidente de Morena hizo ayer a EL UNIVERSAL.

Le enoja a AMLO que se diga que todos los políticos y partidos son iguales. Él lo rechaza tajantemente: “Nosotros no somos corruptos, nosotros luchamos por ideales, por principios, por la transformación del país.” ¿Es corrupto El Peje? No lo creo. Mucho se ha dicho de sus supuestas residencias, negocios y vida sin un empleo formal. Nada le han probado. Si tuviera cola que pisarle, ¿no cree usted que, enfrentado a todo el aparato de poder, como lo ha estado desde hace más de 15 años, ya le hubieran encontrado algo? De modo que en esto ha sido consecuente, a grado tal, que si alguna corruptela lo evidenciara, entonces sí sería políticamente destruido, lo que muchos han querido pero no han podido.

Le dijo López Obrador a Zabludobsky que cambiar al régimen es la única salida para México y que la vía son las urnas, no las armas. De acuerdo, sin olvidar, por cierto, que las grandes transformaciones de este país han sido violentas, aunque hay experiencias históricas, en otras latitudes, de que la vía pacífica es posible. Ahí están la Sudáfrica de Mandela y la India de Ghandi.

Qué bueno que se sienta con los tamaños de esos estadistas históricos, pero falta que nos diga muchos cómos de la transformación nacional que pretende; desde el terreno de lo personal, sobre la manera en que capoteará la proclividad a la megalomanía que esos afanes acarrean históricamente al ser humano. Asegura El Peje, en estos terrenos, que no está obsesionado por la Presidencia, que no se piensa “insustituible” y que no cree en “el necesariato”. Incluso revela que en 2012 estuvo a nada de “mandar todo al carajo”. Sin embargo ahí está, confiesa que sí buscará la Presidencia en 2018 y centra en su persona la totalidad de la propaganda de Morena para las elecciones del 7 de junio, lo que revela una toma de decisiones muy vertical en la estructura de Morena y se contrapone a lo que dijo sobre lo insustituible y lo necesario.

Asegura el líder de Morena que tiene la fórmula para transformar al país: “acabar con la corrupción”. La ve como la razón de la desigualdad social y económica, y la estima en 500 mil millones de pesos anuales, dinero con el que financiaría el desarrollo. Desterrar la corrupción y recuperar su sangría económica, mucho ayudaría a mejorar las condiciones del país. Pero ¿es suficiente eso para transformar a México? ¿Dónde queda la confrontación de proyectos nacionales?, ¿dónde el de aquellos a quienes identifica con “la mafia”?, ¿dónde las luchas y los equilibrios del poder? También falta que diga eso. De otra manera, su proyecto queda muy limitado y da la razón a aquellos que aseguran, a contrapelo de quienes explotaron la idea de que es un peligro para México, que AMLO es un político bastante conservador.

En el terreno de lo personal, la entrevista revela a un hombre feliz con su familia y con su vida, que siente gozo por haber remontado un infarto que, según dijo el mismo, podría haberlo dejado sin capacidad de escribir; y dedicado, sin reticencias, a sus dos pasiones, la política y el béisbol.

Y todo esto ocurre mientras Morena gana terreno. Un promedio de las más recientes encuestas de preferencias para diputado federal, le da nueve puntos porcentuales, un punto arriba del Verde y a cinco del PRD, es decir, como cuarta y quinta fuerza política en una escala que encabezan el PRI (32) y el PAN (25).

Pero en el DF, bastión histórico del PRD, la cosa cambia pues la intención del voto hacia Morena pasó del 6% en octubre pasado (tras su registro) al 24% en marzo pasado. Eso significa que bien podría ganar varias delegaciones y hasta la mayoría en la Asamblea Legislativa, boquete en el centro de flotación del partido del sol azteca.

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