Brasil, futbol, protestas y economía

OPINIÓN 28/05/2014 05:00 Actualizada 05:00

Cuando ni el futbol, en un país que no se entiende sin su práctica y adoración, puede contener o dar salida a la insatisfacción social, es posible afirmar, sin temor a equivocarse, que la situación llegó a un extremo peligroso de descomposición.

Brasil, cuya imagen ante el mundo está asociada al rey Pelé y a una pléyade de virtuosos del balompié adorados como dioses por su gente y por el mundo, es sacudido hoy por manifestaciones masivas que se oponen al Campeonato Mundial, cuando faltan quince días para que se inaugure en el estadio Corinthians de Sao Paulo.

Las protestas, por cierto, no surgen en la cercanía de la fecha inaugural, sino que vienen de tiempo atrás. Desde entonces han dejado ver expresiones multitudinarias y de irritación extrema, que bien podrían repetirse en las vísperas y/o durante la justa futbolística.

Los brasileños no están nada conformes con el elevado costo en recursos públicos que desde ya les significa un evento que, por otra parte, genera multimillonarias ganancias a los intereses privados que lo organizan, patrocinan, promueven y transmiten.

Por eso es muy difícil que el adorado futbol sea suficiente para explicar a los brasileños el por qué de tanto dinero gastado en estadios y obras de infraestructura y menos, el por qué no se utilizó en las escuelas y hospitales tan necesarios para una población que sigue instalada en el umbral de la pobreza.

La gambeta y el joga bonito no alcanzan para convencer a miles que fue una miseria, por decir lo menos, lo que se les pagó de indemnización por la expropiación de los terrenos donde se levanta ahora, por ejemplo, el estadio de Recife, una de las sedes del campeonato.

Y es tal la irritación que el autobús que transportaba el lunes pasado a la verdeamarela fue bloqueado, abucheado y agredido por una multitud en Río de Janeiro.

El modelo económico neoliberal, aun con la variante brasileña de Lula Da Silva y Dilma Rousseff y su tímido énfasis en el patrimonialismo social, de plano no funciona. La desigualdad y la pobreza que en esta coyuntura explotan en Brasil, es sólo lo que ha traído. El modelo las profundiza. Y lo mismo ocurre, en mayor o menor medida, en otros países de América Latina, incluido México.

Nos cayó a nosotros hace apenas unos días un verdadero “balde de agua fría” al conocer la noticia de que Hacienda ajustó de 3.9 a 2.7% su pronóstico de crecimiento económico para 2014, no obstante que ya se aprobaron las cacareadas reformas estructurales. Faltan, es cierto, leyes reglamentarias de algunas de ellas, como la Energética y la de Telecomunicaciones, pero suponemos que eventualidades de esa naturaleza habrían sido descontadas por el equipo itamita del secretario de Hacienda, Luis Videgaray para hacer el pronóstico de crecimiento en el que se sustentaron los presupuestos de este año.

El indicador de ciclos económicos dado a conocer por el INEGI hace unas semanas (ya se comentaba en este espacio), sugería que la economía mexicana ha entrado a una etapa recesiva. Videgaray brincó: no es cierto, recesión es la suma de dos trimestres sin crecimiento o crecimiento negativo. No era el caso, por supuesto. Pero el INEGI, con ese indicador, hacía la advertencia del ciclo. Y la realidad, después, se vino encima.

La economía no crecerá el cacareado 3.9%, solo 2.7% si bien le va, y hay quienes piensan que ni siquiera llegará a dos. El secretario de Hacienda, sin embargo, insiste en que vamos por el camino correcto y su jefe, Enrique Peña Nieto lo avala y pide paciencia y certeza.

Ese 2.7% de crecimiento económico es más o menos el promedio anual de 30 años de modelo económico neoliberal. Fue pretexto que la economía no crecía más por la falta de reformas. Ya están aprobadas ¿y?

Si asumimos que quienes manejan la economía del país son gente preparada, con posgrados, ¿por qué no se dan cuenta, como cualquier mortal, que eso que han hecho y no dejan de hacer, solamente da para crecer dos por ciento? ¿Por qué insisten en un modelo basado en la exportación de lo que importamos? ¿Por qué no se ocupan de nuestro enorme mercado interno? Dos respuestas:

1. Por obstinación: no son capaces de aceptar que con todas sus luces están equivocados.

Y 2. Por intereses: así se los ha instruido el amo que los preparó en sus universidades y están dedicados a cumplir sus órdenes porque ese es el papel, dogmatizan, que le toca a México, a Brasil, a América Latina en la escaleta de la globalización. ([email protected]) y (Twitter: @Raul RodríguezC).

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