Bendito oficio

Rodolfo Rosales

OPINIÓN 28/02/2017 10:34 Rodolfo Rosales Actualizada 10:34

Convertirse en taxista le cambió la vida a “Óscar”, un ex convicto que pasó ocho años en prisión por sus errores de juventud.

 Durante su juventud, Óscar anduvo por la vida sin mayor responsabilidad que la de comer y vestir; en ocasiones, con dinero bien ganado, pero en otras, él admite: “Como me gustaba lo bueno, pues torcí el camino”.

“Los amigos de mi calle, allá en la colonia Álamos, me invitaron a robar. Primero fueron cosas menores, como los gansitos de las tiendas o los refrescos, era una pachanga y luego sobre los perfumes.

“Nos fuimos a una tienda comercial y desarrollamos la habilidad de sacar todo lo que nos hacía falta para la fiesta, luego nos dio por llevarnos la ropa y fue cuando nos dimos cuenta que era negocio y nos convertimos en farderos.

“El negocio iba muy bien porque trabajamos en los días de quincena y fines de semana, cuando los lugares estaban llenos y nadie se daba cuenta de lo que hacíamos. Pero un día nos cayó la mala suerte y nos detuvieron, pero nos soltaron porque dimos una corta y entonces decidimos cambiar de giro, así que asaltábamos autobuses de la Ruta 100, hasta que nos torcieron y fuimos pa’l bote, una pesadilla.

“Lo peor es que nos achacaron robos que no habíamos cometido y nos dieron ocho años de sentencia. Cuando cumplí mi condena, que la neta fueron ocho años y medio, nadie me quiso dar trabajo. Aunque me retiré de mis malas costumbres, porque la cárcel es muy fea”.

“Al no tener trabajo, entonces empecé a vender en los tianguis cuadritos de madera que aprendí a hacer en el reclusorio, pero no me iba bien; hasta que un señor me dio chance de ayudarlo a descargar su mercancía y poco a poco me fui ganando su confianza, hasta me enseñó a manejar.

“Y eso fue lo que cambió mi vida, porque al cabo del tiempo, en 1997, un señor que acudía con frecuencia al tianguis me dio su taxi a trabajar y bendito día, porque desde hace 20 años vivo como la gente decente, formé una familia y les he dado una buena educación a mis dos hijas, porque Dios no me dio un niño”.

“Ando por la derecha, porque en la cárcel se sufre y mucho, así que es mejor portarse bien y el ser taxista me dio la posibilidad de rehacer mi vida y día tras día honro esta bendita profesión que me hizo un hombre de bien”.

“No le voy a inventar que el taxi es mío, porque no es cierto, sigo manejando con las mismas placas de hace 20 años, aunque ahora son del hijo del señor que me las dio a trabajar, han sido años de agradecerle a la gente que me ayudó. Por eso, ahora cada que tengo oportunidad de ayudar a algún joven, con gusto le echo la mano, les cuento mi historia para que vean que siempre existen manera de vivir bien y de ser gente positiva. Ojalá que esto sirva de ejemplo para que muchos chavos eviten caer en el mal camino y en la cárcel”.

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