Pacheco camina en la Roma

OPINIÓN 28/01/2015 05:00 Actualizada 05:00

La calzada de La Piedad, todavía no llamada avenida Cuauhtémoc, y el parque Urueta formaban la línea divisoria entre Roma y Doctores. Romita era un pueblo aparte. Allí acecha el Hombre del Costal, el gran Robachicos. Si vas a Romita, niño, te secuestran, te sacan los ojos, te cortan las manos y la lengua, te ponen a pedir caridad y el Hombre del Costal se queda con todo."

El lunes pasado se cumplió un año de la muerte del escritor y poeta José Emilio Pacheco, nacido en y amante de la Ciudad de México. Esta es escenario y personaje de varias de sus obras.

En la novela "Las batallas en el desierto" (citada más arriba), Pacheco retrató la ciudad en la época del presidente Miguel Alemán, y el momento en el que el país comienza a transitar a la modernidad.

También está el relato sobrenatural "Tenga para que se entretenga", donde describe aspectos fantasmagóricos del Bosque de Chapultepec:

"Llamó la atención de Olga un detalle que hoy mismo, tantos años después, pasa inadvertido a los transeúntes: los árboles de ese lugar tienen formas extrañas, se hallan como aplastados por un peso invisible. Esto no puede atribuirse al terreno caprichoso ni a la antigüedad. El administrador del Bosque informó que no son árboles vetustos como los ahuehuetes prehispánicos de las cercanías: datan del siglo XIX. Cuando actuaba como emperador de México, el archiduque Maximiliano ordenó sembrarlos en vista de que la zona resultó muy dañada en 1847, a consecuencia de los combates en Chapultepec y el asalto del Castillo por las tropas norteamericanas".

En "La Zarpa" hay trazos de la urbe perdida: "Usted no es de aquí, padre, no conoció México cuando era una ciudad pequeña, preciosa, muy cómoda, no la monstruosidad que padecemos ahora en 1971. Entonces nacíamos y moríamos en el mismo sitio sin cambiarnos nunca de barrio. Éramos de San Rafael, de Santa María, de la colonia Roma. Nada volverá a ser igual".

La periodista Cristina Pacheco, con quien el escritor estuviera casado por 52 años, ha relatado en entrevistas que parte de su relación era conversar y caminar la ciudad: recorrerla, conocerla, saborearla. Pacheco nos ha dejado, entre otras cosas, la posibilidad de vernos, como citadinos, chilangos, en el espejo de su escritura.

Glosario de supervivencia

Ciudad de México: una ciudad deshecha, gris, monstruosa, por la que dar la vida.

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