En defensa de los taxistas
Todos sabemos de primera o segunda mano, la historia de alguien que fue asaltado, violentado o secuestrado tras abordar un taxi. Recuerdo en particular que una de mis mejores amigas sufrió un secuestro exprés y abuso sexual tras hacer la parada a un chofer que resultó estar coludido con un par de cobardes.
Hace muchos años que no tomo un taxi en la calle a menos de que sea una verdadera emergencia. Antes de subirme, trato de juzgar el rostro de quien va tras el volante, y luego me encomiendo al destino.
Por supuesto, comprendo el encono de los usuarios, ahora que se ha desatado una polémica en torno al servicio de transporte privado Uber y las diferencias con el gremio taxista.
Pero también recuerdo las decenas de veces, en la universidad, que los taxistas aceptaron cobrarnos muy poco por subir a cinco o seis estudiantes amontonados, y llevarnos a nuestro destino. Así como las múltiples ocasiones en las que los choferes aceptaron llevarme con mi perro ‘Jack', un callejerito mediano que soltaba mucho pelo y mucha baba.
Valoro también las pláticas interesantes en mis viajes con taxímetro. No conozco individuos con una conversación más variada y agradable que los taxistas de cierta edad, rebasando los 50 años. Por lo general, son personas respetuosas e informadas. Será que escuchan la radio muchas horas (por lo que saben de muchos temas), que tienen grandes anécdotas de la ciudad y todavía guardan las maneras de antaño.
El lunes pasado, el gremio de taxistas se manifestó contra servicios de transporte privado por internet, como Uber o Cabify, ya que, alegan, no cumplen normas y verificaciones exigidas a los taxis regulares. Lo cierto, sin embargo, es que los usuarios de Uber reviran que estos servicios son mucho más seguros, limpios y adecuados.
Los taxistas, desde hace décadas, se han visto sujetos a grupos clientelares que controlan las concesiones de placas. Las autoridades, en este juego de corrupción, han sido omisas en verificar el servicio. De este modo, tomar un taxi equivale a una ‘ruleta rusa' de seguridad, el servicio en muchas ocasiones es ineficiente y las tarifas son alteradas.
La solución no es satanizar al gremio taxista. Por el contrario debe venir de la organización responsable, horizontal de todos aquellos choferes honestos y trabajadores -apuesto que son mayoría-, para dignificar el servicio que prestan.
GLOSARIO DE SUPERVIVENCIA
Ruletero: Viajero del asfalto.