Aplicados en búlin

OPINIÓN 27/05/2014 05:00 Actualizada 05:00

La muerte de un menor en Tamaulipas, a consecuencia de los golpes provocados por cuatro de sus compañeros de secundaria, inquieta a la opinión pública respecto de lo que hay detrás de este fenómeno que, a simple vista, parece incrementarse.

La palabra bullying (de bully, matón o pendenciero en inglés) designa las agresiones físicas, verbales o psicológicas que un o una estudiante o un grupo de ellos infligen en otro o a otros, violentando las relaciones sociales del entorno y provocando, a la larga, el deterioro psicológico y moral tanto de víctimas como de agresores. En algunos casos la violencia ejercida lleva a la muerte o al suicidio de las víctimas.

En estudios llevados a cabo en 2010 y 2013, así como el boletín médico No. 3, vol. 68 del Hospital Infantil de México (mayo/junio de 2011) elaborados entre otros por Gómez Nashiki, Salgado Lévano, Joffre-Velázquez, Romo Caballero, García Maldonado y Villasana Guerra, muestra ciertas características que se dan en más de 90% de los casos de acoso o bullying estudiados. Una de estas constantes es la crueldad con que son ejecutadas tales agresiones. Pero, ¿dónde y cómo se genera esta crueldad? Estos estudios indican que la fuente es el miedo y el lugar es el corazón mismo de la sociedad: la familia.

Cuando “lo normal” encuentra a una minoría sobre la cual cebar sus miedos, por ejemplo: judíos, brujas, homosexuales o los que gustan de tomar la sopa de pie (el pretexto es lo de menos), lo primero que ocurre es que las víctimas pierden su humanidad. En el caso del búlin escolar, las víctimas pierden su nombre y les ponen un apodo. Es el primer aviso. Y es en la casa de las víctimas donde éstas son preparadas por sus familiares para soportar las vejaciones futuras.

Pero, ¿qué alimenta el miedo o la fobia hacia las minorías, hacia lo diferente? La respuesta es la ignorancia. Tanto más bajo es el nivel cultural (ojo, no el nivel económico) de una familia, tanto más vulnerable se está para actuar motivados por miedo. La ignorancia exacerba el miedo, y éste, la crueldad.

Según la CEPAL, en México, en 2012, 11% de los estudiantes en primaria había sufrido algún tipo de maltrato, amenazas o búlin, mientras que en secundaria, alcanzaba 7%. Por su parte, la OCDE, señaló a nuestro país como el número 1 en búlin en secundaria, en un mundo con casi 19 millones de jóvenes afectados.

Y mientras el titular del Ejecutivo federal prometió acciones para promover políticas públicas que definan un protocolo nacional o leyes para combatir el búlin (hoy sólo se aplican en Nayarit, Puebla, Tamaulipas, Veracruz y el DF), en estos momentos, en alguna parte de México, un niño o niña está siendo víctima o es victimario de esta deplorable práctica.

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