El INE: ¿muerte de cuna?

OPINIÓN 27/02/2015 05:00 Actualizada 05:00

Antes de cumplir un año de vida, el Instituto Nacional Electoral (INE) se percibe agotado. Nada bueno sugiere que esté dividido y en medio de una crisis de credibilidad, a poco más de tres meses de las elecciones federales intermedias del 7 de junio próximo. Parece que, desde ya, se esboza un conflicto post electoral de dimensiones considerables y sabrá Dios qué daños, a menos que sus consejeros remonten, con altura de miras y sin línea partidista ni protagonismos políticos, la crisis que el INE vive estos días.

Antes de buscar las razones de fondo de esa crisis expresada hoy en el hecho de que siete de diez partidos se han retirado de las sesiones del Consejo General, repasemos los hechos recientes que dieron lugar a esa decisión acompañada de graves acusaciones de falta de imparcialidad e ilegalidad en el proceder del Instituto.

Pesaban ya en el ánimo de la representación partidista en el Consejo General, las conclusiones de la Unidad de Fiscalización encabezada hasta ayer que renunció por Alfredo Cistalinas Kaulitz, respecto a las acusaciones contra el PRI por el uso en campaña de los famosos monederos electrónicos Monex (que finalmente el tribunal electoral avaló para exonerar al tricolor); la rápida decisión de ordenar al PRD modificar unos de sus spots de precampaña; y la decisión de no atender los reclamos respecto a los spots de otro, el Partido Verde Ecologista, en los que sus senadores Ninfa Salinas y Carlos Fuentes, ofrecen vales de medicinas, canjeables en una serie de farmacias de alguna manera vinculadas con el IMSS, en formatos que aparentan informes legislativos pero que en realidad son propaganda partidista.

En ese contexto ocurrió la sesión del Consejo General del pasado 18 de febrero en la que el consejero Marco Antonio Baños, presidente de la Comisión de Quejas y Denuncias, propuso posponer la discusión de las normas reglamentarias sobre imparcialidad y que los programas sociales se apeguen a sus objetivos y reglas de operación sin incidir en el voto ciudadano.

Fue esta propuesta la que dio lugar a que los representantes del PAN, PRD, MORENA, PT, Movimiento Ciudadano, Partido Humanista y Encuentro Social, pues fue a su juicio una maniobra más para favorecer al PRI y al Verde.

Dichas normas fueron aprobadas en la sesión del miércoles pero ya sin la presencia de los siete representantes partidistas (con voz pero sin voto en el Consejo) que, al mismo tiempo, hacían un pronunciamiento conjunto en el sentido de que el consejero Baños encabezaba un bloque favorable al PRI, cuyo aliado el Verde, goza de impunidad en el INE y ha causado, desde ya, un “daño irreparable” a la equidad de la contienda electoral, ante los ojos de una intolerable autoridad omisa.

Todos estos son los hechos recientes que tienen, sin duda, razones de fondo. La principal acaso sea el mecanismo de cuotas partidistas que mantuvo el Congreso en la designación de los consejeros electorales en el rediseño del Instituto. Cada consejero es propuesto por cada una de las fuerzas políticas y una negociación en las juntas de coordinación política del Congreso determina los apoyos y, por supuesto, la filiación, o cercanía, pues requisito es que los aspirantes no militen en ningún partido.

Ese mecanismo es el que resta imparcialidad de origen. Fue el mismo que se utilizó para designar a los tres consejos electorales del anterior IFE. ¿Por qué el primero, el que encabezó José Woldemberg, ha sido el mejor a juicio de todo si su designación fue también mediante acuerdos partidistas? Por una razón: el entonces presidente Ernesto Zedillo decidió no meterse, y cumplió, en los comicios que eligieron a Vicente Fox. Éste último sí se metió en su sucesión y potenció los conflictos de consejeros también designados por cuotas partidistas, lo que dio lugar en 2006 a lo que sin duda ha sido uno de los peores conflictos post electorales de la historia reciente.

Por lo demás, el mecanismo adolece de otras limitaciones. Una de ellas es el hecho de que la designación de los consejeros, incluido el consejero presidente, parte del Congreso. El líder no fue elegido por sus iguales y estos, por tanto, se saben y se sienten con la misma fuerza de representación, lo que incide en mandos operativos que de pronto no saben las órdenes de quien deben acatar, si del consejero presidente o del consejero que encabeza la comisión para la que trabajan. Este aspecto del problema potencia protagonismos y la promoción de intereses políticos personales, que llegan a convertir a los consejeros en protagonistas de la contienda y no en los árbitros que es su única, sustantiva y trascendente función.

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