El destino de La Máscara

Gabriel Cruz

OPINIÓN 26/07/2016 10:16 Gabriel Cruz Actualizada 10:16

El viernes acabó con Negro Casas para ganar por primera vez el torneo La Leyenda de Plata, nuevo triunfo que lo ubica encima de sus aliados de sangre, incluido Máximo; sin embargo, algo no convence en su trabajo.

Su pasado como parte de Los Ingobernables lo ubicó en la cima de las carteleras, logro que su labor propia no le había otorgado, pero el encapuchado lo aprovechó y pese a ser el integrante menos mediático de esa tercia sobrevivió a la personalidad de sus secuaces haciéndose mejor luchador con el plus de mantener su máscara intocable.

Pero no, algo sigue en el aire con su personaje. Pasa que a veces luce forzado en su trabajo rudo-técnico, estilo indefinido que está de moda en la lucha libre pero que en su caso necesita de una postura más clara.

Ya fue mucho tiempo científico, así labró su carrera hasta ahora ligada al éxito. Es momento de que asuma su papel como un verdadero rufián y deambular menos entre ambas esquinas, es un rol que necesita tomar para ubicarse como un gladiador diferente, pues de lo contrario seguirá siendo un complemento para otros y de otros.

El heredero del Brazo de Oro cuenta con lo necesario para conseguirlo. Tiene una imagen bien pulida en el gimnasio; pese a su juventud, cuenta con la experiencia y preparación suficientes para medirse a cualquiera en el estilo que le exijan.

Tras el rompimiento con Rush, que se empezó a gestar luego de la partida de La Sombra a la WWE, ha iniciado una rivalidad contra El Toro Blanco y su familia en general. Él desea un duelo directo con el greñudo, pero la empresa lo aleja semana a semana de esa posibilidad. A cambio, puso en su camino a Pierroth, el mayor de la dinastía Muñoz, un pique que no terminó de prender y que parece reservado para otra ocasión.

Ahora aparece Dragon Lee, ante quien chocará este viernes en un mano a mano. Peligrosa apuesta de La Máscara, ya que el joven rival es la joya coliseína y saldría como favorito por diversas razones.

Así, el destino de La Máscara no luce claro. Rudo, técnico, ingobernable, le urge definirse o corre el riesgo de perderse en el intento de ser estrella.

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