La inteligencia sexua se adquiere

OPINIÓN 25/10/2013 05:00 Actualizada 05:00

La sexualidad es un proceso, no algo instintivo, ya que tiene que ver con las cosas que aprendemos, desde cómo sentimos emocional y físicamente, hasta cómo nos relacionamos con las personas de nuestro mismo género y sexo.

Así, las sensaciones táctiles como las caricias, hasta las experiencias de texturas, olores y sonidos determinan cómo viviremos nuestra sexualidad, nuestros gustos al respecto y nuestros displaceres o lo que nos molesta.

Por ello, la inteligencia sexual de la persona se desarrolla en la medida que desarrollamos también nuestros sentidos. “Si a todos los sentidos los hago jugar en un acto sexual, con o sin pareja, estamos desarrollando la inteligencia sexual”, explica la experta en sexualidad humana, Edelmira Cárdenas.

De tal manera, desde niños debemos tener la libertad de aprender con todos los sentidos haciéndonos conscientes de ello; “cuando un niño llega a la adolescencia y ya tiene la libertad de oler, de sentir, de experimentar y no tiene ataduras emocionales, tendrá una vida erótica plena, sana”, asegura.

Sin embargo, esto por sí solo no hace un adulto sexualmente inteligente, “para ello, también es necesario que, según su etapa de vida, tenga una educación sexual bien orientada”.

Y este punto es responsabilidad de los padres, en primer momento, ayudar a sus hijos a desarrollar el placer, y de cada uno como persona autónoma responsable después, ya que nunca es tarde para aprender, saber, conocer y descubrir todo lo que el sexo ofrece en las diferentes etapas de la vida.

Por ejemplo, dice la experta, “al pobre hombre mexicano lo educaron para ser el responsable sexual del placer de la mujer y a las mujeres las educan para no tener iniciativa o para no tener inventiva y no proponer”.

Y es que asegura: “Hacemos una cadena de ignorancia y de herencia de lo que creemos que es bueno y malo, sin preocuparnos por educarnos para no heredar lo mismo y lo que está equivocado en nosotros”.

De tal forma, dice, debemos aprender que lo más importante del sexo no tiene que ver con los genitales, tiene que ver con el erotismo, y lo encontramos en la casa, en el cuerpo, en coche, en la oficina, en tu alimento… fluir, aprender, disfrutar y jugar, también se nos olvida en la vida cotidiana y más en la erótica”.

Pasa que siempre pensamos en sexo como genitales y coito, y eso es un error, por ello, la gente cuando piensa en su vida sexual lo reduce a eso y no al goce de los demás sentidos en diversos momentos eróticos.

Y es que si hacemos cuentas, el orgasmo en promedio en una mujer dura 12 segundos “si tienes una buena vida sexual, al año representan únicamente 12 minutos, lo demás del tiempo se va en besos, caricias y cosas que la mayoría no toma en cuenta, ¿entonces que era lo más importante?, explica Cárdenas.

Por eso, la mayor parte de la vida sexual en realidad es “pues lo que cachondeaste, lo que besaste, lo que te disfrazaste, lo que viste, tocaste… el orgasmo sí es la cereza del pastel, pero no el centro del poder”, asegura la experta.

Saber esto y, además, educarnos en ello, nos lleva a ser más inteligentes a la hora de disfrutar de una relación amorosa, ya que no se centrará en lo meramente físico, sino tomar en cuenta, además, otros factores de placer y conveniencia para ambas partes.

Uno de los sentidos que más nos ayudan para desarrollar los demás en el sexo, es el gusto. Por ello, comer rico ayuda a comprender lo que significa satisfacer una necesidad, de la misma manera que heredamos los hábitos de qué y cómo comer, heredamos los sexuales. Les damos a los hijos y la familia lo que nos gusta y omitimos lo que no nos gusta.

Como adultos, debemos comprender que los hijos tienen todo el derecho a probar y decidir lo que sí y lo que nos les gusta, pero el papel del padre, que es el adulto responsable de su educación, está en que se ponga los límites sobre qué tanto y qué tan malo es lo que se quiere experimentar, pero no de censurar sólo porque nuestros gustos así lo dicten.

Igualmente, como adultos tenemos el derecho de probar las cosas, que si son de común acuerdo y no dañan a nadie, puedan hacerse pese a que nuestros padres lo hayan censurado al no ir de acuerdo con sus gustos.

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