¿Y los normalistas?

OPINIÓN 24/10/2014 05:00 Actualizada 05:00

Y a rodó la cabeza de Ángel Aguirre y ya esbozó Murillo Karam una línea de investigación con narrativa y móvil, pero los 43 normalistas no aparecen. Puede decirse, por lo tanto, que la situación casi no ha cambiado al cumplirse un mes de la tragedia que tiene indignado al país entero y en crisis al gobierno de Peña Nieto.

El procurador general de la República dio a conocer el miércoles 22 de octubre una primera narrativa oficial de lo ocurrido, sobre la base de las investigaciones y de la declaración, al parecer crucial, de Sidronio Casarrubias, jefe de la organización criminal Guerreros Unidos, detenido la semana pasada, quien imputó directamente como autores intelectuales de la muerte de seis normalistas y la desaparición de 43, al ex alcalde José Luis Abarca y a su esposa María de los Ángeles Pineda Villa.

Para evitar que los estudiantes de Ayotzinapa “sabotearan” el informe que ésta rendiría como presidenta del DIF local, Abarca ordenó que los frenaran a los encargados de Seguridad Pública, Felipe Flores Velázquez y César Nava González.

En un primer intento por detenerlos mataron a tres normalistas y, en una segunda intentona, al joven jugador de un equipo de futbol, al chofer del autobús en que viajaba y una señora que por ahí pasaba.

Después detuvieron al grueso de los normalistas y los remitieron al cuartel de la policía de Iguala de donde fueron sacados en la madrugada por policías del municipio de Cocula que, a su vez, los entregaron a sicarios de los Guerreros Unidos.

Según el capo Casarrubias, él ordenó a un sujeto apodado El Gil que se deshiciera de ellos ya que, seguramente, eran parte de la banda rival llamada Los Rojos. El Gil se los llevó hacia Pueblo Viejo y ya no se supo más de ellos.

Esa es pues la narrativa de los hechos y el móvil, con imputaciones directas con las que se corre el riesgo de que todo quede en la probanza de que la responsabilidad recae en la pareja Abarca, como si ellos fueran las únicas autoridades municipales, locales y hasta federales que trabajan con o para la delincuencia organizada. Algo así como una pareja solitaria, tanto o más que el Mario Aburto que solito, según la verdad jurídica, asesinó a Colosio en 1994.

La argumentación, por lo demás, tiene otro elemento poco aceptado por la opinión pública: la confusión, el hecho que El Gil y sus Guerreros Unidos hayan pensado que los jóvenes de Ayotzinapa eran sicarios de Los Rojos.

Demos el beneficio de la duda a esa forzada narrativa que, de todas maneras, no lleva a encontrar a los desaparecidos ni vivos ni muertos, como tampoco lo consigue la salida de Ángel Aguirre del gobierno, aunque sin duda aportará un poco de distensión a la crisis.

El mismo miércoles del anuncio de Murillo Karam, la tensión creció en Iguala: la alcaldía fue incendiada y las tiendas saqueadas. La protesta se extendió a 18 ciudades del país y a varias del extranjero. Y en la ciudad de México, miles de jóvenes a los que se sumaron organizaciones sociales y el ciudadano común, marcharon del Ángel al Zócalo.

Esa misma noche, el líder nacional del PRD, Carlos Navarrete, que se había empecinado en mantener el apoyo partidista a Aguirre, lo convocó de urgencia. En ese encuentro pactaron la solicitud de licencia que se presentó ayer y que el Congreso de Guerrero autorizará para nombrar gobernadora sustituta a Beatriz Mójica Morga, secretaria de Desarrollo Social del actual gobierno, consejera nacional del PRD y parte de la fracción Nueva Izquierda o de Los Chuchos, misma a la que pertenece el actual líder nacional Carlos Navarrete.

Ayer, finalmente, se concretó el acuerdo. Ocurrió lo inevitable. Aguirre deja el gobierno, se concede una exigencia central de las protestas y, seguramente, el ambiente político se destensará. Pero los normalistas no aparecen. El fondo de la crisis sigue igual, mostrando a una sociedad alarmada, que uno, diez, veinte, 43, pueden ser desaparecidos con la mano en la cintura por policías que trabajan con y para delincuentes, subordinados ambos al poder político que no solamente está en el ámbito municipal; y que amplias regiones del país son las tumbas clandestinas de los muchísimos muertos de una violencia que no cesa y que es expresión palmaria de un narco-estado en formación o quizás, ya, plenamente actuante.

Y mientras todo esto ocurre, habrá que prepararse para que nos den cualquiera de estas dos noticias: 1. Que encontraron los cuerpos sin vida, o 2. Que siguen desaparecidos y que ni restos hay de ellos. Peor imposible.

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