Seguir la Vía láctea materna

OPINIÓN 24/03/2015 05:00 Actualizada 05:00

Se sabía en ese entonces que la lactancia materna tenía efectos protectores en los infantes pues éstos “presentan menos incidencia de enfermedades respiratorias, gastrointestinales y otitis media aguda”.

Sin embargo, hechos históricos de los dos siglos anteriores, como la Revolución Industrial y las Guerras Mundiales —con una presencia cada vez más importante de mujeres en el trabajo asalariado—, así como el largo proceso de liberación femenina habían venido modificando esta fuente natural de nutrimiento humano que, como en el del resto de los mamíferos, ha sido un acto fisiológico, instintivo y de herencia biológica adaptativa; también, el único recurso de alimentación de las crías. Aquellos que por diversas circunstancias han carecido de la leche materna, son más enfermizos o viven menos que los amamantados.

En la Cumbre Mundial a Favor de la Infancia, en 1990, una de las propuestas fue: “Habilitación de todas las mujeres para que amamanten a sus hijos de manera exclusiva de cuatro a seis meses y continúen la lactancia materna, con alimentos complementarios, hasta su segundo año de vida”.

A 30 años del experimento, los científicos de la Universidad de Pelotas, en Brasil, han llegado a la conclusión de que su grupo de estudio —nacidos en 1982— no sólo han resultado en adultos con un coeficiente intelectual alto, sino que poseen mejores niveles educativos que los del grupo de control y, por ende, mejores ingresos económicos.

Si bien hoy en día la ciencia y la tecnología han hecho posible que haya fórmulas de leche capaces de reunir todos los nutrientes de la materna que, por un lado, evitan que la madre transmita alergias o enfermedades al hijo, por otro, fortalecen la práctica del amamantamiento de los hijos como un mecanismo importante para reforzar las relaciones gratificantes madre-hijo(a).

Lactar a los hijos es una de las más importantes relaciones de afecto que no sólo fijan al ser humano en el mundo, sino que también es la evidencia material y la referencia simbólica de la introducción, junto con el padre, de la o del infante en el mundo social.

Como dirían las abuelas de antaño: “la educación se mama”.

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