La caída de El Chapo Guzmán

OPINIÓN 24/02/2014 05:00 Actualizada 05:00

La recaptura de Joaquín Guzmán Loera, delincuente evadido y prófugo de la justicia durante 13 años es, inobjetablemente, un gran golpe del presidente Enrique Peña Nieto y de su gabinete de seguridad.

Estamos frente a un hecho que debe alegrar, porque inflige un severo daño a la delincuencia organizada y deja ver, con un optimismo razonable y razonado, que sí es posible recuperar la seguridad y paz que a fuerza de balas, ejecuciones, secuestros, extorsiones, complicidades, corrupción política, judicial y penitenciaria, y mucha droga, nos ha sido arrebatada.

Guzmán Loera era el narcotraficante más poderoso, más rico (mil millones de dólares, según Forbes) y el más buscado aquí y en el mundo. Esa condición no sólo potenció el tamaño del golpe, sino que envió la clara señal (por la forma en que se asegura fue capturado), que la inteligencia es más efectiva que la violencia y el derramamiento de sangre del pueblo.

De manera que, muestra en los hechos el cambio de estrategia que el jefe del gabinete presidencial y cabeza del de seguridad, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, reitera casi todos los días que está en curso.

Así que si el capo de capos fue recapturado sin que se disparara un solo tiro (y aquí nos atenemos a lo informado y dicho por testigos de la detención ocurrida a las 6:40 de la mañana del sábado, en el condominio Miramar de Mazatlán, Sinaloa), queda claro que las tareas de inteligencia, correctamente coordinadas, evitan aquellas batallas campales de las que tanto alarde hacían Felipe Calderón y su todopoderoso Genaro García Luna, cuando detenían a capos menores como Arturo Beltrán Leyva o Ignacio Coronel, con muertes, incluso, de quienes tuvieron la desgracia de quedar en medio del fuego cruzado de sicarios y fuerzas federales.

Esa guerra de Calderón que tantas vidas cobró no pudo traducirse en la detención de El Chapo, quien se fugara de una forma más bien inverosímil del penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, el 18 de enero de 2001, a poco más de un mes de que iniciara el gobierno de Vicente Fox. De este modo, el inicio del panismo en el poder federal marcó la fuga del narcotraficante y su salida de Los Pinos, después de Calderón, marca ahora su recaptura.

Queda por hacer valer (sin que por supuesto se renuncie a la fuerza del Estado para garantizar vidas y propiedades) otras partes centrales de esa nueva estrategia: la que ataca directamente los recursos económicos de la delincuencia y el lavado de esos multimillonarios capitales, así como la inversión en prevención del delito y combate a las adicciones, avalado todo por una política económica que genere crecimiento, empleo y oportunidades para todos.

Es primordial arrebatar al narcotráfico y a la delincuencia el incentivo que ofrece la falta de empleo, la única oportunidad de ganar dinero, así como congelar los infinitos recursos económicos que les permite armarse hasta los dientes, corromper policías y políticos, acumular vehículos de lujo y construir sofisticados sistemas subterráneos como los que permitían a Guzmán Loera moverse entre las siete casas en las que normalmente la pasaba en Culiacán; y que seguramente ahora permiten ocultarse a su lugarteniente, Ismael El Mayo Zambada.

El Chapo ya está recluido en el penal de alta seguridad del Altiplano, estado de México, según se informó, sin que se mostrara evidencia documental. Se le envío allá sin mayor trámite porque es un reo fugado con dos órdenes de reaprehensión. Pero además tiene otras seis órdenes de aprehensión.

Será muy importante saber lo que dirá en los procesos por venir. Nadie mejor que él sabe a quiénes ha comprado, a quiénes les ha transferido fondos, quiénes le han dado protección. Muchos servidores públicos de éste y anteriores gobiernos deben estar muy preocupados de no ser balconeados.

Dramático sería que a partir de sus confesiones se avale esa idea arraigada en el imaginario popular de que Guzmán Loera fue el narco protegidos del foxismo y el calderonismo. Y que estaría por saberse quién será el protegido de la actual administración. Pero, por lo pronto, honor a quien honor merece.

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