Lo madrugan unos viejitos

Rodolfo Rosales

OPINIÓN 23/08/2016 08:57 Rodolfo Rosales Actualizada 08:57

Padre de tres hijos, dos en la secundaria y uno en la primaria, a este buen hombre la necesidad lo obliga a trabajar como policía y taxista.

“Mire, jefe, la verdad es que el pago de la Policía no me alcanza, por eso manejo un taxi que un compadre me deja en mi días francos y con eso la voy librando, porque la situación está muy dura”.

“Llevo cinco años dobleteando y no me quejo, porque aunque sí es un poco cansado, mi familia y yo vivimos un poco desahogados”.

“Mi chamba de policía me ha convertido en un hombre desconfiado, que siempre se fija a quién sube al taxi, pero al mejor cazador se le va la liebre”.

Y es que hace dos años fue asaltado, en El Rosario, delegación Azcapotzalco.

“Ahora si que como quien dice, me dieron madruguete, porque jamás desconfíe de la pareja de ancianos que subí en La Raza, afuera del Seguro Social”.

Platicaban entre ellos de la molestia que el señor tenía en la columna, incluso, durante el camino se tomó su medicina y medio se quedó dormido.

“La señora me platicó que su esposo estaba pensionado, pero que debido a su trabajo había quedado con muchas molestias y yo hasta sentí feo con ellos”.

“Por fin llegamos a la unidad y aunque estaba sobre la avenida, la señora me pidió de favor que me metiera por la parte del estacionamiento para dejarlos más cerca de su casa y lo hice, porque no miré ningún peligro con ese par de ancianos que se notaban indefensos y desvalidos”.

“La señora me pagó con un billete de 200 pesos, el señor se bajó y ella se quedó abajo, pegada a la ventanilla del copiloto y comenzó a reírse, lo cual me llamó la atención”.

“Le pregunté por qué se reía y sin dejar de hacerlo me dijo “porque ya te cargó el payaso mi’jito’. Y de mi lado se acercaron dos chavos, uno me puso la punta en la garganta y el otro se subió al coche; los dos con sudadera y gorra”.

“El que estaba arriba vació mi cartera, se llevó el estéreo, las bocinas, mi dinero, el celular, el gato, la llave de cruz y mi caja de herramientas, y lo hizo con toda calma, sin que nadie se metiera, lo bueno que mi placa y credencial siempre la dejo en la casa, que si no...”

“Antes de irse, me dijo ‘gracias a Dios que no te quitamos el coche, quédate cinco minutos y luego le llegas’ y así lo hice”.

Pasado el tiempo me fui y busqué a unos compañeros, ellos me dijeron que estacionara mi coche y me subieron a la patrulla, pero no los encontramos, de hecho fuimos a preguntar a la tienda, pero la persona me dijo que no había visto nada, pero que ese tipo de asaltos era común en el lugar, que incluso han llevado coches y ahí los desvalijan y otras cosas”.

“La verdad que me sentí impotente y lo único que hice fue levantar el acta correspondiente, pero no ha pasado nada. Es muy triste, pero desde ese día a la fecha, aunque vea que la gente no puede moverse mucho, yo los dejo sobre las avenidas, ni modo”, concluye.

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