Todos tenemos miedo al sexo

OPINIÓN 21/08/2013 05:00 Actualizada 05:00

De esto nadie se salva, ya sea por la manera en que fuimos educados, o por las inseguridades que hemos adoptado en el camino pero todos tenemos miedo al sexo… en algo.

Y lo tenemos porque venimos de una cultura en la cual, desde niños, nos meten miedo a todo lo referente a lo sexual, ya sea porque era malo, prohibido o desconocido y lo que no conocemos nos da miedo, así lo asegura el sicoterapeuta Manuel Turrent.

Los miedos sexuales se pueden clasificar, y los primeros grandes son los que nos impiden de plano meternos a la cama, esos que nos hacen dudar de si será una buena idea, con o sin compañía: son el miedo al embarazo y a las enfermedades de transmisión sexual; sin embargo, esto no evita que se tengan relaciones.

“El miedo al embarazo es más arraigado en las mujeres, tan es así que cuando empiezan la menopausia muchas se quitan un peso de encima y descubren con más libertad su sexualidad y por mucho que el hombre sea responsable, no tienen el mismo temor; las mujeres, en este caso, tiene una responsabilidad y un interés mucho más fuerte”.

En ambos, el miedo a las enfermedades se vive igual, que si bien no hace que en todos los casos haya abstención sexual, sí impide disfrutar abiertamente de la relación erótica.

Aun con la apertura que hay hoy, la gente sigue teniendo miedo por asuntos sicológicos y hasta por la no aceptación del cuerpo, muchos piensan que su cuerpo no es el adecuado para tener relaciones sexuales o si el desempeño no va a ser bueno.

“Muchos miedos tienen que ver con el tipo de personalidad y la seguridad de la persona. De los primeros que tenemos casi todos los seres humanos ´a la hora de la hora´ es al desempeño, sobre todo en las primeras relaciones sexuales y esto incluye las primeras veces con una persona, aunque tengamos experiencia”, dice.

Este se da porque nadie nos enseña y confiamos en que la naturaleza nos va a dotar de todos los conocimientos y habilidades sexuales necesarias para hacerlo, pero esto era válido cuando el objetivo de la sexualidad sólo era la reproducción.

Hoy, que el sexo también tiene como objetivo el placer, las cosas se complican, porque cuenta lo que tenemos que aprender al priorizar el placer.

Este miedo nos lleva a otro, a buscar ser calificados por la pareja y no por nosotros mismos, “si al otro le gustó entonces lo hice bien, pese a que no lo haya gozado tanto. De hecho, este es uno de los parámetros que usamos mucho. El miedo a saber si me va a gustar a mí también, entra aquí”, asegura.

Nadie se desempeña bien cuando hace lo que no le gusta. Aquí también hay un tema de género, “parecería que a los hombres siempre nos gusta el sexo y siempre tenemos orgasmos satisfactorios, porque como eyaculamos parece que con cada eyaculación ya todo está muy bien y eso es un mito”, aclara Turrent.

“Si los hombres habláramos claramente de nuestras experiencias y pudiéramos calificar nuestras sensaciones, comenta, veríamos que hay orgasmos y eyaculaciones que son muy satisfactorias, otras que no tanto y otros que son bastante malos.

A los hombres se les ha permitido menos aceptar el miedo profundo de su sexualidad, “sería maravilloso que pudiéramos decir que estamos muertos de miedo y saber que por eso a veces hay eyaculación temprana o que no haya una erección. En las mujeres, no pueden llegar al orgasmo o tienen dolor”.

Otro miedo muy fuerte “y creo que puede ser también de género porque quizá las mujeres lo sufren más que los hombres, es la aceptación a mi cuerpo”, explica.

Este es el miedo a no ser aceptada por mi pareja y/o por mí misma; las mujeres, por ejemplo, ven si tienen o no lonjitas; los hombres, si tienen el pene grande.

El miedo también genera codependencias fuertes porque se cree que si no accedemos a todo lo que nos pide la pareja seremos abandonados.

Al final, dice, lo que importa en los grandes encuentros sexuales es el vínculo, el cariño, y claro que sí, algo de técnica; el cuerpo es importante en la medida que sirve para disfrutarse y darse no para ver los defectos y juzgarse.

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