Suicidio

OPINIÓN 21/06/2013 05:00 Actualizada 05:00

Por la prensa extranjera nos enteramos a detalle del plan de Peña Nieto para privatizar las ganancias del petróleo. Confirmamos que el Pacto por México tiene como objetivo lograr que México comparta sus riquezas petroleras con empresas trasnacionales. “Está en el Pacto”, les recordó a sus aliados políticos desde Londres.

También, sus asesores nos enteraron a través de The Wall Street Journal, que para lograr entregar el petróleo mexicano a las grandes corporaciones internacionales exploran la posibilidad de llevar a cabo una reforma constitucional.

De nuevo, los priístas repiten el viejo guión privatizador. Quieren volver a tomarle el pelo a la gente con el argumento de la inversión extranjera y la bonanza económica. Apuestan a la desmemoria de la gente. Llevamos 30 años de privatizaciones en México y cada vez estamos peor. De 1940 a 1980 crecimos a 6% anual. De 1982 a 2012 crecimos 2% anual.

Hoy hay más mexicanos pobres que en 1982 y de ese año a la fecha, han pasado a manos privadas casi todas las empresas públicas. Pemex es la excepción más importante. Evidentemente, empobrecer no es modernizar.

La privatización es un suicidio para México ya que las ganancias del petróleo son la base de la economía, representan 40% del presupuesto público, y dejar de percibir aunque sea un porcentaje implicaría un boquete financiero que sólo podría ser cubierto con más impuestos.

Así lo asume el secretario de Economía, quien ha aceptado que de la mano de la llamada reforma energética va la reforma fiscal. No hay una sin la otra. Es decir, los ciudadanos terminaríamos pagando el costo de la privatización, vía IVA en medicinas, alimentos, transporte, colegiaturas, libros y vivienda.

A todas luces, la privatización conviene a las empresas petroleras trasnacionales, no a México.

Peña Nieto actúa más como el representante de los intereses extranjeros en México que como el defensor de los intereses nacionales ante el mundo. Por eso anuncia afuera con todas sus letras lo que en territorio nacional llama tímidamente “modernización”.

La actitud de Peña revela también el desprecio que siente por la opinión de los ciudadanos mexicanos y, particularmente, por quienes ejercen de líderes de opinión.

Ni la opinión pública ni la opinión publicada le interesan si se trata de México. Le interesa la de afuera.

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