El sexo sagrado es de humanos

OPINIÓN 21/06/2013 05:00 Actualizada 05:00

Del sexo se ha dicho de todo, se le ha considerado de mil formas, incluida la sagrada. Lo que es un hecho es que es una expresión de la naturaleza humana y la forma en que se vive puede hacer sentir a las personas en el cielo o en el infierno.

Por fortuna, ahora el sexo sagrado se considera, cada vez más fuera de la cultura oriental, como algo relacionado con las relaciones entre personas y no con la religiosidad o el crecimiento espiritual.

Hoy en día, se puede elegir tener sexo sagrado con una pareja y eso se hace cuando la persona se compromete con el crecimiento y exploración mutua de una forma consciente, amorosa en su relación con ella, con el otro y con su placer, en lugar de sólo crear un ambiente ritual para el sexo.

Tener este tipo de relación implica primero ser capaz de aceptar y tolerar las diferencias de ambos sin pensar que éstas amenazan la relación o que ésta se deteriora cuando las cosas no salen como uno espera.

En el sexo sagrado, ambos miembros se hacen conscientes de sus propias necesidades y se responsabilizan de cubrirlas cambiando la propia actitud, sin esperar que el otro cambie a nuestra conveniencia. Por otra parte, se llega a la convicción de que el buen sexo implica dejar a un lado la mente y expresar los sentimientos a través del cuerpo, dejando a la energía recorrer todo nuestro ser, lo que no significa tener sexo de manera irresponsable y sin conocer las consecuencias de lo que hacemos, al contrario.

Esta forma de vivir el sexo permite sintonizar con la pareja dejando que la conexión entre ambos tome su propia forma. Por todo esto, asumir que el sexo es sagrado y tratarlo de esta manera, conlleva una reeducación sobre lo que creemos de él, lo que hemos vivido y lo que esperamos a todos los niveles.

Por ello, las expectativas de la relación bajan, lo que evita que culpemos a la pareja de nuestros fracasos sexuales; además, el sexo sagrado propone evitar que lo veamos sin la madurez necesaria para comprender su alcance en la vida, como mucha veces nos lo enseñan, sin prudencia y sin orientación, ya que el sexo puede ser dañino cuando lo usamos imprudentemente, pues, además de insatisfacción, nos genera problemas.

Se trata de no sólo limitarse a aumentar el deseo y la excitación genital, sino de expandir el amor, tanto a la pareja como a uno mismo. El sexo sagrado debe hacerse pensando en la expansión de la energía de la persona que se comparte en la intimidad. Así, es acogido por la mera alegría de tener un erotismo placentero y no como un guión o planificación concreto, por lo que lleva mucho autoconocimiento.

El orgasmo, por ejemplo, por sí mismo deja de ser un fin y se vuelve el medio para experimentar, como dicen algunos, la liberación de placeres a otros niveles como los que se logran, ejemplificando, sin la necesidad de eyacular o aquellos que se denominan orgasmos múltiples.

En el sexo sagrado se trata de profundizar en el placer, más que en una moda para imponerla en nuestro estilo de vida; es un planteamiento que nos cambia la forma que llevamos de vivir; el cuerpo y sus cuidados se vuelven esenciales, no sólo por conseguir la salud, sino porque es el templo con el cual nos expresamos sexualmente.

El placer se expande a lo que elegimos oír, ver, tocar, degustar, experimentar ya que estas formas constituyen los “nutrientes” de los cuales nos valemos para expresarnos eróticamente: “si oyes violencia, transmites violencia; si ves agresiones, no tienes ejemplos para dar amor; si consumes desperdicios, maltratas tu cuerpo y, con todo ello, es imposible que el erotismo pleno florezca”, asegura la literatura oriental tántrica.

Así, el sexo no idealizado, el que se da de forma plena, nos ayuda a crecer, a expresarnos libremente y nos lleva a hacerlo de manera responsable, madura y orientada; no es sólo el que, dicen las leyendas, tenían las deidades, es una posibilidad completamente humana.

Comentarios