PAN: Elección con dados cargados

OPINIÓN 21/05/2014 05:00 Actualizada 05:00

El domingo 18, por la noche, cuando se dieron a conocer los resultados de la elección interna panista, el presidente de la Comisión Organizadora de la Elección, Francisco Gárate, se congratuló por el tan civilizado y maduro proceso electoral. Dijo que se había concluido una jornada electoral ejemplar, sin mayores incidentes y en la que los panistas, por primera vez, habían elegido al presidente nacional mediante el voto directo y libre, a diferencia de otros partidos.

Lo menos que puede decirse es que Francisco Gárate presume de lo que su partido, en estos momentos, carece.

Por principio, eso de la civilidad y madurez es una apreciación poco coherente con la realidad, tomando en cuenta que fue un proceso postergado por una Asamblea Nacional boicoteada por los calderonistas, que no quisieron ponerse de acuerdo en las reglas del juego, y que cuestionaron desde antes del inicio formal, la integración de la Comisión Organizadora, aunque cabe decir que algo de razón no les faltaba.

Si ha habido una guerra de lodo intrapartidista fue precisamente en esta elección interna del PAN. Pocas veces se ha visto tal encono entre las partes en contienda. Las acusaciones mutuas menudearon durante todo el proceso; desde antes. Cordero y su grupo buscaron todas las maneras posibles de exhibir a Madero y a su grupo por actos de corrupción, aunque nunca presentaron pruebas contundentes de los hechos. Su principal blanco fue el coordinador parlamentario de la diputación panista, Jorge Alberto Villarreal, a quien señalan como el autor de los ya famosísimo “moches”.

Pero además, los corderistas y Cordero mismo, nunca cejaron de acusar a Madero de entreguismo, de ser funcional a los intereses del gobierno priísta.

Los maderistas tampoco se quedaron cortos. Responsabilizaron a Cordero, en su calidad de secretario de Hacienda, de haber pavimentado el camino para el retorno del PRI al gobierno federal mediante la asignación de recursos a los estados. A lo anterior se suman las imputaciones filtradas acerca del tráfico de influencias de los calderonistas para favorecer a empresarios a cambio de financiamiento ilegal de las campañas y/o enriquecimiento ilícito, asuntos que permean los casos de los permisos para el establecimiento de casinos y el de Oceanografía, entre otros.

En el proceso hubo incidentes fuertes, tanto así, que la propia Cecilia Romero consideró la posibilidad de pedir ayuda al gobierno federal para vigilar la jornada electoral en estados como Veracruz, Michoacán y Tamaulipas.

El día de la elección también hubo una serie de incidentes anómalos, empezando por el falso anuncio de la cancelación de la elección, seguido de la no apertura de casillas, el robo de la urna donde votó Cordero, casualmente; el uso de recursos públicos a favor de Madero en Tijuana, entre otras.

Los panistas, otrora críticos severos del fraude electoral, parecen haber aprendido mucho durante los doce años que estuvieron en el poder.

Las alianzas internas jugaron un papel preponderante. No es casual que en las entidades donde ganó Madero, algunas de 3 a 1, los gobernadores abiertamente estuvieron de su parte o algún alcalde. Tales son los casos de Puebla, Sonora y Baja California. Por eso, en su discurso, Madero agradeció en especial a Rafael Moreno Valle, Guillermo Padrés y Francisco Kiko de la Vega y a la alcadesa de Monterrey, Margarita Arellanes.

Por su parte, Cordero ganó en Baja California Sur y Guanajuato, cuyos gobernadores desde el principio se decantaron por él.

Pero más allá de las acusaciones, lo que estuvo en juego fue la identidad partidaria. Del panismo tradicional, sustentando en la honestidad, la participación ciudadana y la democracia, en pos de una patria ordenada y justa, quedó nada. La imagen actual de Acción Nacional es la de un partido que no se pone de acuerdo, que sus luchas intestinas son prácticamente a muerte y que, pese a su presunción sempiterna de honestidad, son capaces de cualquier marrullería para lograr sus objetivos. Un partido de doble cara, cuyos miembros parecen no guardarse lealtad ni respeto alguno cuando de sus intereses se trata. Y en esta elección interna quedó confirmada esa percepción en la opinión pública.

Poco o nada tienen de qué presumir los panistas de esta elección interna, porque a final de cuentas, los dados estuvieron cargados siempre a favor de Madero. Tuvo a su disposición los recursos financieros, logísticos y humanos del partido, los apoyos brindados por los gobernadores que le son afines y, ¿por qué no decirlo?, también jugó a su favor el desprestigio del calderonismo.

Sin duda, fue una elección con dados cargados, que nada tiene que ver con los procesos internos de otros partidos, cuyos métodos de elección y talante partidario son absolutamente distintos.

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