Fausto, el infausto

OPINIÓN 20/06/2014 05:00 Actualizada 05:00

Un amigo común da fe de las sólidas convicciones de Fausto Vallejo, que le conoció cuando juntos estudiaban un doctorado en Ciencia Política y Derecho Constitucional en La Sorbona de París. Convicciones que sumadas al amplio conocimiento de su estado natal, Michoacán, lo llevaron a ser tres veces alcalde de Morelia y después gobernador.

La enfermedad, es cierto, limitó su desempeñó, a grado tal que el miércoles pasado anunció su retiro definitivo por motivos de salud. Pero también es cierto que las crecientes sospechas de sus vínculos con el narcotráfico, y la ingobernabilidad de ello derivada, lo hacían ya insostenible en el gobierno michoacano.

Vallejo recuperó el estado para el PRI en 2011, después de dos gobiernos perredistas, los de Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy quienes, por omisión o complicidad, contribuyeron a su descomposición y a la creciente influencia de la delincuencia organizada.

Por ese inocultable deterioro político y social, resultaba más que evidente que las huestes del partido del sol azteca perderían el estado en las elecciones de 2011, pero no ante el PRI y Vallejo, sino ante la candidata panista Luisa María Calderón, hermana del entonces Presidente.

De manera que el hoy ex gobernador derrotó en las urnas a la estructura política perredista, sólidamente sustentada en el histórico cardenismo del estado, y al panismo en el poder, pese a todo el apoyo que Los Pinos le dio a la hermana de Felipe Calderón.

No era por eso muy verosímil la victoria del priísta. Desde entonces, se sospechaba de mano negra. Incluso la candidata del PAN no tuvo empacho en denunciar, primero desde la derrota partidista y después desde la tribuna del Senado, presuntos vínculos y pactos de Vallejo con La Familia Michoacana y los Caballeros Templarios. El operador de esas relaciones peligrosas —se dijo en su momento— habría sido el coordinador de la campaña y a la sazón secretario general de Gobierno, Jesús Reyna.

Fausto Vallejo juró como gobernador el 15 de febrero de 2012. Mostraba ya un deterioro de salud que lo obligó a pedir licencia temporal por 90 días el 18 de abril de 2013. Cinco días después el Congreso del estado se la concedió y avaló como encargado del despacho al secretario de Gobierno Jesús Reyna.

En junio de 2013, se supo que a Vallejo le trasplantaron el hígado en Estados Unidos. Un mes después, cuando venció la licencia solicitada, pidió ampliación para recuperarse. La situación en Michoacán, entre tanto, se deterioraba más y más, tanto como la presencia física del gobernador que el 21 de octubre regresó al palacio de gobierno de Morelia.

De entonces a la fecha, la crisis michoacana se ha agravado: el gobierno federal prácticamente desconoció a Vallejo al designar, en enero de este año, a Alfredo Castillo, comisionado federal en Michoacán, el verdadero poder tras el trono; y Jesús Reyna, secretario de Gobierno y encargado del despacho en las ausencias de Vallejo fue detenido en abril y procesado por vínculos con el narcotráfico, pues lo puso en evidencia el video de una reunión con el capo Servando Gómez La Tuta.

Por si las cosas no fueran ya complicadas para Vallejo, apareció en redes sociales una fotografía en la que su hijo Rodrigo departe con el capo de los Caballeros Templarios.

Ante semejantes evidencias es pertinente aquel dicho de que “si tiene pico de pato, camina como pato y nada como pato, entonces es un pato”. Y por eso le decía que Fausto se va no sólo por sus problemas de salud, sino por esas relaciones peligrosas.

Lo aguantaron, sí, para remontar la fecha que constitucionalmente se debía cumplir, a fin de evitar nuevas elecciones y así poder designar un sustituto que termine el mandato. Éste, por única ocasión, concluye en 2015, pues recuérdese que se decidió hacer concurrente la elección michoacana con las federales intermedias.

Quién sabe hasta dónde se llegará con el hoy retirado Vallejo y sus presuntos vínculos con la delincuencia organizada. Por lo pronto, y al más puro estilo priísta, continuó la intromisión federal en el gobierno local: La Segob y Alfredo Castillo barajan nombres para indicar al Congreso local a quién designarán como gobernador sustituto. Anoche parecía perfilarse el secretario de Gobierno, Marco Vinicio Aguilera.

Tal es la historia de Fausto, el infausto, calificativo que aplica en sus dos acepciones y no necesariamente en sentido ofensivo: infeliz y desgraciado, es decir, triste y caído en desgracia.

Comentarios