De las reformas a la crisis

OPINIÓN 19/12/2014 05:00 Actualizada 05:00

Mal termina el año y negros son los nubarrones que se ven en el horizonte. Esa percepción es generalizada: lo mismo en las élites que en las clases medias y el pueblo depauperado. Todos, eso sí y quizás como no ocurría desde hace mucho tiempo, con plena conciencia de que atravesamos una crisis severa y con sensación de que algo va muy mal y habrá de afectarnos a todos.

Muchos opinan que nadie esperaba tal deterioro. Publican su desconcierto porque apenas hace dos meses, Enrique Peña Nieto era merecedor de todos los aplausos y reconocimientos, aquí (entre los poderosos) y en el extranjero. Lo llamaron el líder transformador de México luego de que logró la aprobación de las “reformas estructurales”.

Quien esto escribe difiere en el planteamiento: lo inesperado no fue que el deterioro ocurriera; lo inesperado fue que sucediera en un lapso tan breve.

En los 30 años que lleva el modelo económico de libre mercado feroz, nos han vendido esas reformas como la solución a nuestros problemas de crecimiento económico, desigualdad y pobreza, ocultando que son parte de un modelo global dictado desde Estados Unidos que se conoce como el “consenso de Washington”.

Sus recetas se han aplicado paulatinamente con muy magros resultados: el país no ha crecido más de 2% anual en promedio, la pobreza alcanza a tres de cada cinco mexicanos y la desigualdad es una brecha que se ensancha cada segundo.

En respuesta a la incuestionable realidad, élites y gobierno dijeron: faltan las verdaderas reformas, las que no se han podido concretar, las que nos llevarán a Jauja, las reformas laboral, educativa, fiscal y energética.

Los cambios constitucionales que se requerían, obligaron al consenso de las tres principales fuerzas políticas. Fue así que nació y operó el Pacto por México y las reformas se aprobaron.

Su radicalidad —en beneficio de quienes las promovieron— desnudó su verdadero sentido: librar al capital de pasivos en mano de obra y conculcar derechos laborales a la masa trabajadora; soslayar el tema de fondo de un modelo educativo de calidad, para centrarse en la relación contractual con un sindicato corrupto y su disidencia radicalizada; aumentar la carga impositiva a pequeños y medianos empresarios así como al causante cautivo; y abrir la puerta a inversionistas nacionales y extranjeros a compartir renta y producción del petróleo.

Amplios sectores de la población se oponen. Siguieron el procedimiento para que se abriera una consulta nacional sobre temas de tal trascendencia, pero el mismo mecanismo procesal la impidió, pues para eso fue diseñado.

La gente cayó en la cuenta de que —en contra del argumento del poder que atribuye la aprobación de las reformas a una mayoría representada en el Congreso— dichas fuerzas políticas no representan en realidad sus intereses. Representan los suyos y los de sus partidos.

Mientras, en medio de la euforia reformista cupular y con el discurso de que era un éxito la nueva en seguridad que apaciguaba al país y lo libraba del narcotráfico y el crimen organizado, lo que el gobierno hizo fue dejar de hablar del tema, sacarlo de la agenda de los medios de comunicación. Pero la inseguridad creció y lo desbordó.

Vimos así el poder criminal desangrando a Michoacán y el surgimiento de las autodefensas, respaldadas en principio por el Estado para hacer el trabajo sucio. Pero ‘les crecieron los enanos’ y debieron desmovilizar a esos grupos. A algunos los hicieron guardias rurales que ahora se enfrentan a tiros con otros grupos armados que quedaron sueltos.

Después la tragedia de Iguala y la aún no resuelta desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, con su enorme carga de dolor y rencor social y la cauda de torpezas gubernamentales que sólo han atizado las protestas crecientes, suma de todos los agravios, sin que pueda perderse de vista la incertidumbre económica absolutamente contraria a lo previsto por los tecnócratas que gobiernan.

Los mexicanos protestamos por todo esto y por eso le digo que lo inesperado no es lo que ocurre, sino que ocurriera en un lapso tan breve. No obstante, le dejo mis mejores deseos en estas fiestas. Nos vemos por aquí el próximo 5 de enero.

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