Escasez de gasolina y recorte a Pemex

OPINIÓN 19/01/2015 05:00 Actualizada 05:00

La escasez de gasolina que se registra en 12 estados del país se colocó durante los últimos días entre los temas centrales de la agenda nacional. Por eso, en busca del por qué de la escasez, sobre todo en Tamaulipas, Guanajuato y Jalisco, los medios de comunicación, principalmente la TV, la atribuyó al robo de combustible.

La “ordeña” de ductos se ha convertido, sin duda, en una muy redituable fuente de ingresos para la delincuencia organizada, pero no es la causa de la escasez de gasolina. El fondo del problema está, más bien, en la dramática caída de nuestra producción de petróleo ligero.

De los trabajos académicos del maestro Fabio Barbosa, uno de los académicos de la UNAM que más conoce sobre la historia y desarrollo de la industria petrolera del país, se retoman algunas cifras para construir la explicación de lo afirmado:

El país produce actualmente 2.4 millones de barriles diarios de petróleo crudo, de los que casi la mitad, 1.2 millones de barriles diarios, se destinan a cargar nuestras refinerías. Cabe aquí este otro dato: del millón y medio de barriles diarios dedicados a la exportación, sólo uno de cada cinco barriles que vendemos al extranjero es de crudo ligero.

Ahora bien, la alarmante caída de nuestra producción de petróleo ligero llega hasta 20 mil barriles diarios en un solo pozo. A esta cifra habría que contraponerle la estimada por Pemex en cuanto al robo de combustible: diez mil barriles diarios en todo el país.

Esto quiere decir que el robo de combustible diario en todo el país equivale a la mitad de lo que llega a dejar de producir uno solo de los cientos que tenemos. Ergo: la causa de la escasez de gasolina no es el robo, sino la caída de la producción y, en consecuencia, la menor refinación de combustible en nuestro país.

Inferirá usted que esto explica por qué el presidente Peña Nieto planteó en su reciente encuentro con Obama el acuerdo mediante el cual México le compraría crudo ligero o acaso lo intercambiaría por crudo pesado.

Aquí caben otras cifras muy explicativas: Estados Unidos está importando aproximadamente 18 millones de barriles diarios de petróleo crudo, de los que ocho millones los destina para mantener en marcha su parque vehicular; y la mayor parte de los diez millones de barriles diarios restantes, los destina a refinar productos que después exporta (México le compra casi la mitad de la gasolina que consume), jugosísimo negocio que es el que permite mantener el tan envidiado “american way of life”.

Esa es la razón de fondo por la que algunos expertos afirman que EUA seguirá siendo un importador neto de petróleo, no obstante el argumento, más propagandístico que real, es de que ha entrado a una etapa de autosuficiencia.

Cierto es que su producción intensiva de lutitas, exquisto o shale, mediante el método del fracking, le ha generado grandes excedentes, sobre todo de crudos ligeros. Pero al revés que en México, la mayor parte de su estructura refinadora está hecha para procesar crudos pesados, no los ligeros que ahora tanto abundan allá. Trabajan ya en reconvertir refinerías y en construir nuevas y pequeñas, con capacidad de 200 mil barriles diarios.

México cometió un error, a juicio de quien esto escribe, por suspender el proyecto de la refinería de Tula, con capacidad para procesar 2 millones de barriles diarios, diez veces más que las que construyen nuestros vecinos. El argumento: falta de recursos. Si esa fuera la razón, bien podríamos optar por construir refinerías pequeñas como le hacen nuestros vecinos, en lugar de las obras y bienes faraónicos que ahora nos anuncian: el nuevo avión presidencial, el nuevo aeropuerto, el tren rápido y otros. Pero no: el sistema nos dice lo que tenemos que hacer: exportar materia prima y comprar refinados.

Este contexto no debe perderlo de vista el análisis de la actual situación de un mercado de “capa caída”. Hacienda, con toda la lógica de mercado, recortó ya a Pemex 50 mil millones de pesos de su gasto de inversión, lo que ya hizo perder su empleo a 10 mil trabajadores en Ciudad del Carmen y otros diez mil en Poza Rica.

Es, como puede apreciarse, un recorte en el gasto público que se nos dijo, apenas la semana pasada, que sería el último recurso ante la caída de los ingresos.

Para compensarla, también se nos dijo que no habría aumento de impuestos. ¿Y qué es, si no un impuesto disfrazado, el aumento este enero del precio de las gasolinas, cuando en todo el mundo bajó por el derrumbe de los precios internacionales del petróleo?

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