¡Qué tortotas; una delicia!

OPINIÓN 16/10/2015 04:43 Actualizada 04:43

Las tortas de este lugar no son nada convencionales. Su tamaño es extravagante, sus ingredientes, lejanos a los de una torta habitual, pero algo que se puede decir de estas tortas de pierna, es que su sazón jugosito y único, son de receta original.

Nadie imaginó que una Navidad podría cambiar la vocación de Paulino. Un hombre que, en el año de 1961, se dedicaba a cortar cabello en la colonia Iztacalco. 

Pero ahí, sentado junto a su familia, frente a una pierna horneada de gigante proporción, vio a su hijo preparase una torta rellenándola con una tremenda ración. 

La idea de su siguiente negocio nació esa noche; un concepto que se ha mantenido durante 54 años resguardado bajo un puesto de lámina y concreto al que conocen como “Las tortas del Recreo”. 

Son las originales “de la vaquita”, porque así le decían a Paulino en su localidad. 

Desde entonces, Paulino cambió las tijeras por las espátulas, los peines por cucharadas cubiertas con mantequilla, y hoy, Victoria García, su nieta, mantiene el legado de las tortas más grandes de la colonia. 

Pero su récord no se quedó en el barrio, se dice que tienen las tortas más grandes de la ciudad, y no cabe duda en afirmarlo cuando ves sus tres preparados de imponente y monstruosa proporción.

Puedes encontrar la chica, que pesa medio kilo, la mediana con un peso total de kilo y medio o la jumbo, que alcanza para diez personas y se pondera entre los cinco kilos.

De sus ingredientes nada cambia, son 13 los que llevan sin importar el tamaño de tu elección.

Pan casero, frijoles refritos, pierna horneada, mantequilla, cebolla, jitomate, aguacate, aceite de oliva, queso manchego, orégano, piña y una salsa de chipotle casero que no tiene perdón; se complementan en un hogareño sazón, para ofrecer al paladar un platillo creado casi a la perfección. 

Decimos casi porque la forma es tan voluminosa, tan desmesurada, que podría pasar por exagerada.

No hay quien se resista a comerla, pues los 30 kilos de pierna horneada que diariamente preparan, se pavonean sobre una cama de color plata, con rodajas de piña cocida y nuez esparcida. 

Ahí, sobre la barra donde se ubica la plancha, dentro de recipiente recién salido del horno, su pierna humea un picosito pero entrañable olor. 

Luego se rebana, se cubre en mantequilla y aquí es donde empieza la acción. El calor de la plancha deja que la mantequilla se desintegre entre cada pliegue de carne, mientras el pan se tuesta al ardor del fuego. Los demás ingredientes frescos vienen después. 

Pero a pesar del exuberante tamaño, sus ingredientes nunca pierden el sabor. El resultado es único: una pierna jugosa que —acompañada de la salsa casera—, se convierte en un picosito trozo de carne envuelto en un esponjoso, pero crujiente pan. ¡Tienes que probarlas, te vas a quedar con ganas de más!

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