Historia física del placer

OPINIÓN 16/10/2013 05:00 Actualizada 05:00

El placer no es algo con lo que nacemos, es algo que se aprende y es lo que necesitamos en la vida para disfrutar de las cosas que nos hacen sentir bien y en especial del sexo, sea solos o acompañados.

Creemos, dice la sexóloga Edelmira Cárdenas, que todo en el ser humano se da por instinto, y más en el sexo, “pero lo debemos desarrollar, nadie termina de comprender que el sexo es una inteligencia a desarrollar porque está dentro de cada uno desde que nacemos, pero lamentablemente lo que nos ha llevado a no incrementarla es la cantidad enorme de mitos, tabúes, prejuicios y el tipo de educación que recibimos sobre lo que los demás van a pensar de nosotros, de lo que nos van a decir, y así lejos de desarrollarse, esa inteligencia sólo se detiene”.

El placer se da en el ser humano y en el cuerpo como una historia, se nace con el potencial, pero son las experiencias sensoriales las que hacen que éste madure y sea una fuente de conocimiento.

Por ello, la experta explica: “es increíble ver que en el desarrollo de los places algo tan sin chiste como ver, comer y oler algún alimento es la base para experimentar de adultos cómo hacer un juego previo sexual sano, pleno y satisfactorio”.

Hoy, la vida cotidiana de las familias hace más difícil el sentarse juntos a compartir, por ejemplo, la comida; cada quien lo hace por separado, no hay ese placer de compartir. Así, explica Cárdenas, la parte erótica y de percibir la vida a través de los sentidos se escapa de las manos”.

En su experiencia, “hay que tomar los momentos de indulgencia, para disfrutar a través del alimento, de la caricia, de la palabra, de la lectura y de tocar cosas tan sin chiste como el mismo control remoto y erotizarnos”.

Y por erotismo debemos entender tener los cinco sentidos en su máxima expresión. “Pero el trajín del día con día ya no nos lo permite, educamos a los hijos para la supervivencia, pero no para disfrutar, los hacemos comer para que estén sanos y no mueran, pero jamás les enseñamos a degustar con el paladar abierto los alimentos y sentir el placer de su textura, de su sabor… de su olor, de cómo se ve”.

Y es que, explica, la educación en cuanto a la comida está llena de conceptos como si es sano, si tiene calorías, si engorda, si tiene grasa, pero no si sabe rico; esto nos aleja de la posibilidad de llegar a adultos y empezar con las relaciones sexuales y que nuestros sentidos no estén al 100 por ciento.

“No enseñamos a los hijos a disfrutar sus sentidos; por ello, cuando además tendemos malamente a reducir el acto sexual a creer que se trata sólo del coito o la genitalidad, el juego previo se vuelve muy complicado de dar y de recibir”.

Si no sabemos mirar y disfrutar lo que miramos, no sabemos oler con gusto y paladear con placer siquiera los alimentos, menos lo haremos con la pareja; no tenemos antecedentes que lo avalen y las caricias, los besos, las frases y todo eso que es lo que toma más tiempo que el mero orgasmo, se vuelve mecánico y sin chiste.

Así, por ejemplo, cuando uno come algo que degusta con mucho placer y lo vemos, olemos y sentimos pasar por las papilas, la garganta y caer al estómago se produce la misma sensación que en el orgasmo, pero no lo aceptamos y hasta lo reprimimos. Es decir, nos satisfacemos sin placer, igual que hacemos en el sexo.

Por ello, cuando un niño llega a la adolescencia y tiene la libertad de oler, de sentir y experimentar y no tiene ataduras emocionales, tendrá una vida erótica plena, sana. Por eso es necesario que, según su etapa, tenga una educación sexual bien orientada.

“Es increíble cómo, dice, si nos habituamos a desarrollar los sentidos a través de la vida cotidiana es más fácil ver que el terreno sexual no debe pensarse; es como contarle las calorías a la comida, se debe disfrutar, es un momento de compartir, de dar, se intercambia, se degusta, se descubre, se aprende, se conecta y si los sentidos están desarrollados, si les hemos permitido expandirse, el sexo es un placer que se disfruta con todo el cuerpo.

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