Viva México

OPINIÓN 16/09/2015 05:00 Actualizada 05:00

¿De qué sirve hacer el juego al funcionario, alcalde o presidente que salga al balcón y grite los nombres de "los que nos dieron patria", si para el 17 de septiembre, volveremos a la rutina y a una realidad que se nos escapa de las manos?

Todos los 15 de septiembre muchos cuestionan la validez de celebrar la Independencia. Es una forma de legitimar a todos los que nos gobiernan, explican muchos, y que son los mismos que han hecho de este país un lugar de mucha violencia y dolor.

Para entender la angustia en la que vivimos como pueblo, siempre pienso en una crónica del escritor José Revueltas, sobre el nacimiento del Paricutín, el volcán más joven del mundo, en el año de 1943:

‘Dionisio Pulido, la única persona en el mundo que puede jactarse de ser propietario de un volcán, no es dueño de nada. Tiene, para vivir, sus pies duros, sarmentosos, negros y descalzos, con los cuales caminará en busca de la tierra; tiene sus manos, totalmente sucias, pobres hoy, para labrar, ahí donde encuentre abrigo. Sólo eso tiene: su cuerpo desmedrado, su alma llena de polvo, cubierta de negra ceniza. El cuiyutziro -águila, quiere decir en tarasco-, que fuera terreno labrantío y además de su propiedad, hoy no existe; su antiguo "plan" de fina y buena tierra ha muerto bajo la arena, bajo el fuego del pequeño y hermoso monstruo volcánico.

Mientras describe la manera en que el nacimiento del volcán ha dejado sin nada a los campesinos, Revueltas reflexiona sobre la naturaleza del mexicano, sugiere que es debido al brutal proceso de colonización que gran parte de nuestra población tiene algo de triste, de despojado, y que de alguna manera explica nuestra reacción ante las tragedias.

Actualmente, en México hay en marcha un infinidad de procesos que no convienen a los pobladores o los vecinos. Y en la Ciudad de México, se dan procesos similares: desde cambios de uso de suelo locales que afectan a los vecinos, hasta el nuevo aeropuerto, el desnivel en Mixcoac, las nuevas carreteras. En todos estos proyectos no se propició la participación de los ciudadanos. Es, de nuevo, como si nos hubieran robado la independencia.

Pero esta independencia, la capacidad de decidir sobre nuestro futuro como mexicanos, es un derecho que debemos ejercer. Alguien decía, ¿a poco Miguel Hidalgo se encerró en su casa a refunfuñar sobre el estado de las cosas? Que el grito se escuche el resto del año.

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