El regreso del monstruo IMECA

Lydiette Carrión

OPINIÓN 16/03/2016 04:00 Lydiette Carrión Actualizada 12:24

Durante los años 90, las autoridades conjuntas del Distrito Federal y el área metropolitana lograron lo que parecía imposible: abatir los altos índices de contaminación en la Ciudad de México. Lo lograron con una serie de medidas que, parecía, no tendrían el impacto suficiente; una de ellas fue el Hoy No Circula.

Esta medida afectaba sobre todo a aquellos a los que les alcanzaba lo suficiente para hacerse de un auto usado o mantener aquel que había estado en la familia por generaciones.

Las familias con la capacidad económica de hacerse de un auto cada tres, cuatro años, o comprarse un segundo automóvil, no sufrían ningún cambio en su forma de vida. Esto era injusto, porque, como resolvió la Suprema Corte de Justicia de la Nación en junio de 2015, que el auto fuera viejo no quería decir necesariamente que fuera contaminante.

Ahora, con un clima cambiante y afectado en sí mismo por el calentamiento global, la ausencia de vientos, aunado al aumento en la circulación de automóviles diarios (según las autoridades capitalinas), el monstruo IMECA ha regresado.

Sin embargo, es sólo cuando se presentan estas contingencias que tanto la gente de a pie como los políticos recuerdan lo insostenible que es la ciudad desde el punto de vista ecológico y social.

¿Qué significa mover este monstruo que es la ciudad y el área metropolitana? Según la última encuesta de transporte urbano y vivienda levantada por INEGI en 2007, en la zona se realizan a diario casi 22 millones de viajes diariamente. Las razones principales: regresar al hogar, ir a trabajar e ir a estudiar. Hay municipios y delegaciones que son más movidas, por ejemplo, en el Distrito Federal, Iztapalapa y Cuauhtémoc generan mayor número de viajes; en el Estado de México, Ecatepec.

De todos estos viajes, poco más de dos terceras partes se realizan en transporte público (14.8 millones); menos de una tercera parte es por medio de transporte privado (6.8 millones). Aquí cabe preguntarse: ¿por qué la mayoría de las grandes obras públicas en los últimos años han privilegiado el automóvil, si menos de la mitad de quienes nos movemos en la ciudad lo utilizamos?

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