Cadena de traiciones y la muerte del Pacto

OPINIÓN 13/12/2013 05:00 Actualizada 05:00

Si la reforma energética es la panacea que celebran ruidosamente el PAN y el PRI, y si va a detonar inversión, empleo y crecimiento como asegura el gobierno de Peña Nieto, ¿por qué no la sometieron a una consulta popular y hacen todo lo posible por evitar la revocatoria que prevé la Constitución?

¿Será que los políticos y tecnócratas que nos gobiernan ya están tan hechos al pensamiento de EU a grado tal que creen con él que la democracia es algo muy serio como para dejarla exclusivamente en manos de la plebe, pues recuérdese que en su sistema electoral pesa más el voto electoral indirecto que el emitido por el ciudadano?

¿O están de nuevo en el leguleyo plan de que la consulta revocatoria no puede llevarse a cabo por falta de una ley reglamentaria, como dijeron en 2006 para no conceder el recuento voto por voto a la izquierda defraudada?

El punto aquí, aunque lo nieguen y engañen, es que estamos ante una privatización de la exploración y explotación del petróleo y la electricidad; una cesión de la propiedad de parte de la renta y la producción de hidrocarburos a poderosos intereses privados nacionales y extranjeros; y ante la coronación de un modelo nacional que privilegia la acumulación de riqueza aunque sin la redistribución prometida desde hace 25 años, sobre otro modelo que propone repartir aquí la riqueza de una materia prima que nos llevaría a crecer y a desarrollarnos.

La oferta para convencer que la privatización es el camino es que bajarán gasolina y luz pero, ¿disminuyeron las tarifas cuando se privatizó la telefonía y se enriqueció a Carlos Slim o bajó la banca comisiones y mejoró servicio cuando se extranjerizó? Por cierto que no. ¿Qué nos asegura, entonces, que ahora se cumplirá lo prometido?

La reforma energética nació manchada por una cadena de traiciones:

1. La traición del PRI a sus principios históricos, los que le dieron un carácter socialmente revolucionario y nacionalista. ¿Cómo entender, por ejemplo, que en la reforma energética planteada por el PAN en 2008, cuando era gobierno, casi una copia exacta de la ahora aprobada, hayan votado en contra personajes centrales del priísmo de hoy como Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, que ahora lo hicieron a favor?

2. La traición del PRI y el PAN a una ciudadanía que nunca escuchó de sus candidatos presidenciales que la modernización de Pemex implicaría quitarle a esa actividad su carácter de estratégico y al Estado su exclusividad para definir políticas y para explorar y explotar esos recursos, así como dotar a los intereses privados de la posibilidad de asociarse para compartir no sólo utilidades sino producción.

3. La traición, también de esos dos partidos, al Pacto por México, ya que en el punto 54 de esa concertación, tanto Peña Nieto como Madero se comprometieron a mantener en manos del Estado la propiedad de los hidrocarburos y de Pemex como empresa pública y que, en todos los casos, la nación recibiría la totalidad de la producción de hidrocarburos.

4. La traición del PRD, también a sus principios fundacionales, al entrar en componendas (los líderes Jesús Zambrano y Jesús Ortega le llaman negociaciones de una “izquierda moderna”) a sabiendas que PAN y PRI iban por la privatización, con el agravante de que lo ofrecido a cambio, la reforma política del DF y la consulta ciudadana, quedó en el tintero. Vamos, les dieron con un palmo de narices y resultaron los timados, los tontos de la ecuación, a tal grado que Zambrano (ya muy tarde, ya con la afrenta encima) declaró muerto el Pacto por México.

Y 5. La presumible traición a la patria de gobernantes y legisladores si se llega a demostrar que esta reforma va contra la independencia, la soberanía y la integridad de la nación.

La propaganda oficial y sus escribanos insisten en magnificar la poca participación de Morena en los cercos al Senado y a San Lázaro para boicotearla. Imposible negar que fueron pocos. Y muy lamentable pensar que sea consecuencia de la mermada salud de AMLO. Eso confirmaría que sin él, ese movimiento, que para muchos es la única vía de oposición real, no tendría futuro.

Pero esa poca participación no quiere decir que sean mayoría los mexicanos que quieren y creen en esa reforma privatizadora que no conocen a cabalidad y de la que sólo registran lo que les dice la propaganda oficial a través de spots televisivos y radiofónicos. Son muchísimos los inconformes con el actual estado de cosas y cada vez se sienten más irritados con quienes dicen representarlos institucionalmente. Pero no encuentran el cauce que conduzca y potencie su protesta. Ya verán cuando lo encuentren.

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