Dos fugas en quince años

OPINIÓN 13/07/2015 05:00 Actualizada 05:00

La fuga de Joaquín Guzmán Loera alias ‘El Chapo’ es una afrenta para el país entero y un durísimo golpe a las instituciones de seguridad del país y al gobierno de Enrique Peña Nieto. Sólo en México, para nuestra desgracia, pueden repetirse hechos de tal ignominia: Dos fugas del mismo narcotraficante de dos penales de seguridad diferentes o dos accidentes aéreos en los que mueren dos secretarios de Gobernación (Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake) durante un mismo gobierno, el de Felipe Calderón. Y la explicación no es, por cierto, cuestión de la fatalidad. Se explica, en todo caso, por dos razones fundamentales a saber: nuestra debilidad institucional y el cáncer de la corrupción.

Guzmán Loera se escapó por primera vez el 18 de enero de 2001, a menos de dos meses de iniciado el gobierno de Vicente Fox. Se evadió del penal de Puente Grande, Jalisco, escondido en un carrito de lavandería. Cuesta trabajo creerlo, pero así fue o al menos esa es la verdad histórica producto de las investigaciones. No se entendería, por supuesto, sin la complicidad de las autoridades, aceitadas por la corrupción.

El líder del cártel de Sinaloa volvió a escapar la noche del sábado pasado. Esta vez por un túnel que, en poco más de kilómetro y medio y a casi 15 metros de profundidad, conectaba la regadera de la celda del capo, con una casa en obra negra de la colonia de Santa Juanita, en el municipio de Almoloya de Juárez. También cuesta creerlo por diversos motivos que, al analizarse, marcan el tamaño de la afrenta.

¿Puede usted imaginar todo lo que se requiere, en equipo y personal, para construir un túnel como el referido?¿Y la tierra removida, el cascajo, las excavadoras, el PVC para garantizar ventilación e iluminación? ¿Cómo es posible que nadie se haya percatado?

La precisión con que se determinaron profundidad, estructuras y dimensiones sólo se explica con el conocimiento del plano del penal. ¿Cómo de otra forma? Y aquí cabría preguntarse ¿quién facilitó el plano a los constructores del túnel para evitar, además, los muros de espesores y materiales inexpugnables con que siempre se informó que estaban construidos El Altiplano y otros penales de máxima seguridad del país? Pues la corrupción, otra vez la corrupción que tan bien fluye en instituciones peligrosamente debilitadas.

No se pierda de vista este otro dato que ‘atiza las llamas’ de la afrenta: Cuando faltaban seis meses para que terminara el sexenio de Felipe Calderón, su secretario de Seguridad Pública, el poderoso Genaro García Luna ejerció recursos presupuestales por poco más de 3 mil millones de pesos para la modernización y la construcción concesionada a empresas privadas de nuevos penales. Cierto es que la mayor parte del dinero se destinó a la colonia penitenciaria de las Islas Marías, pero se realizaron trabajos de reforzamiento de los penales de máxima seguridad. Mucho se habló de los gruesos muros del Altiplano para evitar ataques y fugas.

¿De qué sirvieron esas inversiones? o ¿realmente se hicieron?

Queda claro que no hay carácter inexpugnable de los penales de máxima seguridad. Dos, Puente Grande y El Altiplano, ya fueron violados por ‘El Chapo’.

Las implicaciones de esta fuga son muy graves. Una incide directamente en el tema de la seguridad. Sus instituciones y la estrategia que se sigue para recuperarla y garantizarla, no sirven. El gobierno de Peña Nieto asegura que se cambió. Difícilmente podría creerse pero, si se cambió, habrá que volverla a cambiarla.

Una extensión del tema seguridad se vislumbra en la equivocada decisión de que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, acompañara al Presidente a la visita a Francia. Apenas había aterrizado la comitiva cuando Osorio tuvo que regresar desde París para atender esta crisis. ¿No se supone que en ausencia del Presidente, al frente de la seguridad interna del país queda su Secretario de Gobernación? ¿Acaso los protocolos de seguridad no consideran que, por razones obvias, el Presidente y su responsable de la política interna no deben volar juntos?

Otras implicaciones son de carácter político y repercutirán en el actual gobierno. Es un golpe muy severo y podría desatar un recrudecimiento de los ‘ajustes de cuentas’, de la violencia. Y en esto sólo se hace eco de los análisis que especialistas como Javier Oliva, de la UNAM, y José Fernández Santillana, del Tec de Monterrey, hicieron ayer de esta segunda fuga.

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