Una historia necesaria

OPINIÓN 13/05/2015 05:00 Actualizada 05:00

Reunió en su persona todas las características que más causan discriminación en nuestra sociedad: mujer, sangre indígena, madre soltera, analfabeta, debió trabajar como fichera una temporada para ganarse la vida. Luego, además, se volvería miembro del Partido Comunista Mexicano (que entonces era clandestino), y activista convencida.

Benita Galeana, a quien Elena Poniatowska describe como muy brava, guapa, alta, de rasgos marcados, tuvo muchos trabajos, estuvo presa por cuestiones políticas unas 58 veces, denunció el machismo que sufría no sólo en la calle, sino también de sus propios compañeros de partido, tuvo varios novios, vivió con algunos.

A los 29 años aprendió a leer y escribir, con su propio esfuerzo. Sabía que para alcanzar la libertad debía tener más herramientas para comprender la realidad.

En ese tiempo conoció al periodista Mario Gill, quien quedó deslumbrado con su personalidad, las historias que relataba, la valentía y la seguridad con la que se manejaba en la vida y el compromiso social que manifestaba en cada acto.

Mario la ayudó a escribir sus memorias. Ella relataba, escribía apuntes; él les daba forma, pulía, editaba. Así, en 1940, se publicó el libro "Benita".

De acuerdo con varios escritores, analistas, lo valioso de aquel libro radica en que relata, desde la perspectiva de la protagonista, lo que vive cotidianamente una joven pueblerina: el machismo, la necesidad de casarse y tener hijos para sobrevivir, el sometimiento, y cómo esta mujer va adquiriendo conciencia de su propia condición, y poco a poco se compromete cada vez más con ideas políticas y sociales. Benita y Mario vivieron juntos desde 1939 hasta 1973, cuando él murió.

Benita apoyó todas las causas que consideraba justas: a los vecinos de la colonia Escuadrón 201, que exigían se les reconocieran sus derechos como colonos, el movimiento de trabajadores ferrocarrileros, el de los estudiantes en 1968, el de los pueblos indígenas en Guerrero.

Ya en los años setenta, Benita quiso otro libro, esta vez, sola. Aunque nunca pudo escribir ni leer con fluidez, se dedicó durante años a redactar mitos y leyendas guerrerenses.

Benita murió en 1995. De cara al desencanto que da un país tan convulso por la violencia y unas elecciones que parecen hacer oídos sordos, valía la pena relatar la historia de una persona que se superó una y otra vez, mientras mantuvo firmes sus ideas políticas y compromiso.

Glosario de supervivencia

Benita: Fuerza.

Comentarios