Ella se lo buscó

Lydiette Carrión

OPINIÓN 13/04/2016 05:00 Lydiette Carrión Actualizada 11:11

Por miedo a perder el sustento, una persona puede tolerar el más infame de los trabajos. Por miedo a quedarse sola, a envejecer sin nadie al lado, una mujer puede quedarse en una relación violenta. Por miedo al rechazo social, la mayoría de nosotros no buscamos la vida que realmente deseamos.

Los periódicos, a veces sin darse cuenta, refuerzan el orden establecido. Basta darse una vuelta por los encabezados de algunas notas policiacas de hace algunos años (y algunos medios todavía lo practican) para ver cómo se castigaba socialmente, por ejemplo, el ser gay: "Lo mataron por puto", parecen gritar.

Ésta es una forma de exacerbar la homofobia, crear la percepción de que está mal ser gay, y de que es correcto hacer escarnio de una persona que lo es. No romper el orden establecido, que en este caso es la heterosexualidad.

Lo mismo ocurre con el tema de la violencia de género. El discurso en ministerios públicos, barrios y, desgraciadamente, a veces en medios, también es que determinada víctima de violación -por poner un ejemplo- se merecía haber sido violada porque rompió la norma social: salió de fiesta, bebió alcohol, llevaba una minifalda. En el caso de desapariciones de mujeres jóvenes, por ejemplo, en muchas ocasiones se deja de buscar a la persona porque se presume que ella se quiso ir con el novio. Si corre peligro, es agredida o violentada, pues "ella quiso, ella se lo buscó".

De este modo, socialmente se permite que hombres mayores de edad saquen de sus casas y le cambien por completo el plan de vida a jovencitas. O bien, si la joven es violentada, se responde: "Ella se lo buscó", "andaba fuera de su casa", "andaba en minifalda", "ella así lo quiso". El orden establecido es que las mujeres son desechables.

Como sociedad nos cuesta trabajo entender que una adolescente, una joven, una mujer, pueden ir y venir a donde quieran. Y nadie tiene derecho a agredirlas. Así como los hombres pueden salir, tener novias, viajar, irse de fiesta, beber unas cervezas, las mujeres tienen el mismísimo derecho.

Por eso es tan perverso que las madres de víctimas tengan, primero, que defender el honor de su hija. Así los padres y las víctimas temen el tener que defender su reputación si denuncian. Como en todos los casos, el miedo sirve para que nadie se salga del carril.

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