No a la privatización del agua

OPINIÓN 11/03/2015 05:00 Actualizada 05:00

Antes de que se llevara a cabo la Reforma Energética, se dijo hasta el cansancio por parte de la derecha que: “No se iba a privatizar ni un tornillo, ni un pozo, ni un yacimiento…” y ahora vemos las lamentables consecuencias de la política entreguista del gobierno.

También, desde la Secretaría de Energía insisten en que el uso del gas es amigable con el ambiente, cuando sacarlo a través de la fracturación del subsuelo, con la inyección de tóxicos, se contamina el manto freático, al grado tal, que al abrir el grifo y acercar un cerillo, el líquido sale acompañado de fuego.

Desde el gobierno, se argumenta que el gas es más limpio que el combustóleo, debido a que este último contiene exceso de azufre. Lo que no informan es que hay manera de lograr un proceso para desulfurar este combustible. Incluso, el ex director del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) nos confesó que contaban con un proyecto innovador para tal efecto, pero que el gobierno federal no apoyaba la investigación. No había recursos para ello. No obstante, las refinerías actualmente producen este combustible que desperdician, con lo que dañan al ambiente y a la economía. Sólo porque es un buen negocio personal para quienes están al frente de las instituciones.

Ahora, con la oposición manifiesta al proyecto de Ley General de Aguas, el líder de la bancada priísta en San Lázaro y presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), Manlio Fabio Beltrones, se enfureció y salió a declarar que quienes califican la reforma como privatizadora son de “lento aprendizaje”.

Pero quien seguramente tiene un rápido aprendizaje, es el titular de la Comisión Nacional de Agua (Conagua), David Korenfeld, quien el año pasado acudió al Colegio de Ingenieros Civiles de México con un reloj de oro rosado valuado en un millón de pesos, de la marca Richard Mille. Su presencia entonces, tuvo como objetivo presentar a los miembros del colegio el plan hídrico privatizador para los próximos años.

El también humilde ex funcionario público del gabinete de Peña Nieto en el estado de México, fue secretario de Agua y Obra Pública. Seguramente de ahí su gran experiencia en aquello de concesionar las aguas del territorio.

Por algo, en la reforma, que se la ha denominado ‘Ley Korenfeld’ se tienen concesiones de rápido aprendizaje y larga duración, pues pretenden que se lleven a cabo de 30 a 35 años, con posibilidades de doblar hasta los 70 años, para la facturación, medición, captación, extracción y distribución del vital líquido para todos y todas las mexicanas, de acuerdo con el artículo 81 del dictamen.

No cabe duda, el gobierno de Peña Nieto va de mal en peor. Su ambición no tiene límite. Golpe tras golpe, farsa tras farsa. Medina Mora, censor de la justicia, en la Suprema Corte; Arely Gómez, para transmitir en tiempo real desde Televisa en la PGR. ¿Y qué más?

Pues mejor codearse con la realeza y pasear en carroza entre príncipes y princesas de la caduca monarquía. Sentirse por unos cuantos días parte del Reino Unido y saborear el lujo y el protocolo con el que vive la Reina Isabel y su séquito, la corte, los cadetes, los soldados, los sastres y, seguramente, algún discípulo del ‘Sombrerero Loco’ de ‘Alicia en el país de las maravillas’ que se empeña en instalar sus creaciones en la blanca cabeza de la octagenaria monarca.

Sin embargo, como en el cuento de Lewis Carroll, Peña Nieto se ve del otro lado del espejo, cada vez más y más pequeño, en este país que, como dijera Fernando del Paso, nos duele hasta el alma… y que parece desmoronarse para volver a ser la patria mitotera, revoltosa y salvaje de los libros de historia.

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