El IMPI se convirtió en censor

OPINIÓN 10/08/2015 05:00 Actualizada 05:00

El director del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), Miguel Ángel Margáin González y su empleada Adriana Zúñiga Cruz, coordinadora departamental de Visitas de Inspección de Infracciones en Materia de Comercio del instituto, tomaron una decisión que los convierte en censores.

Ambos resolvieron infraccionar al director del semanario ‘El Correo de Oaxaca’, Carlos Velasco Molina, “por lucrar con la imagen” de Marcela Pezet, encargada de las relaciones públicas del gobernador Gabino Cué, sanción fundada, de acuerdo con el IMPI, “en lo establecido por la Fracción II del artículo 31 de la Ley Federal del Derecho de Autor, en donde las hipótesis establecidas se refieren básicamente a comunicar o publicar una obra protegida, sin contar con la autorización respectiva y con fines de lucro directo, como lo prevé al numeral invocado”.

Y es que, con toda su vanidad y banalidad por delante, Pezet se asume como una obra protegida. ¿Por qué? Le cuento: Marcela Pezet, antes de incursionar en la política oaxaqueña en el círculo frívolo de Cué, era una actriz que medio se acercó a la fama en un concurso de belleza llamado Mi Chica TV, y luego incursionó en el mundo del modelaje, la actuación y la conducción.

En 2011, recién empezado el gobierno de Gabino, la guapa modelo se dejó ver ya como publirrelacionista del gobernador. Guapa, como sin duda es, la presencia de Pezet en el círculo más cercano del mandatario oaxaqueño, llamó mucha la atención y dio lugar a diversos comentarios de columnas políticas, algunas refiriendo que la cercana relación iba mucho más allá de lo estrictamente oficial. En todo caso, la mujer se había convertido en figura pública, pagada con recursos del erario y sujeta, por tanto, a críticas y comentarios sobre su desempeño público.

En ese contexto, ‘El Correo de Oaxaca’ dedicó la portada de su número 241, del 9 de enero del 2012, a la bella publirrelacionista del gobernador, con cinco fotos en bikini, cinco de las muchísimas que pueden encontrarse de Pezet en internet, ya que su trabajo de modelo y actriz así lo requería.

La mujer, por lo visto, montó en cólera y demandó al director del semanario, Carlos Velasco Molina, por “lucrar con la imagen de Marcela Pezet”.

Tres años después, y a pesar de que la demanda sigue en litigio, el instituto decidió darle la razón a la modelo y, al mismo tiempo, obliga al propietario de la publicación a reparar el daño económicamente.

Consultado al respecto, Velasco dijo que recurrió a un juez de Distrito en Materia Administrativa en el DF, Sala Especializada en Materia de Propiedad Intelectual del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, para solicitar un amparo ante lo que consideró “abuso de poder y posible tráfico de influencias en el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial”.

Cierto que con el IMPI se ha venido a llenar un vacío legal en el que siempre resultaba mal parada la propiedad industrial, pero los términos del fallo en este asunto podrían sentar un muy grave precedente. Para resolver a favor de Pezet se argumenta que se lucró indebidamente con su imagen, una obra protegida. Aunque ella se asuma como tal, la modelo no es una mercancía. Por otra parte, su condición de funcionaria pública, la expone a las opiniones públicas. Imagínese usted si Peña Nieto y su gabinete demandaran ante el IMPI por el uso de su imagen, cotidianamente y sin una autorización expresa.

La resolución ignora, entonces, que por tratarse de una persona que desempeña un cargo público, hay preceptos constitucionales contenidos en los artículos 6 y 7, así como del derecho internacional que protegen la libertad de expresión y el derecho a la información.

En nuestro país hay casos que constituyen precedentes y de los que resultaron fallos que protegen a los periodistas y a la libre expresión. Recuérdense los litigios de Marta Sahagún contra Olga Wornat, del ‘góber precioso’, Mario Marín, contra Lydia Cacho y de la revista ‘Plural’ de Enrique Krauze contra ‘Proceso’.

Por eso le digo que estamos frente una acción censora que podría sentar un pésimo precedente.

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