El reto de Renato

OPINIÓN 10/02/2014 05:00 Actualizada 05:00

Cifras oficiales consignan que 4.6 secuestros se cometen a diario en el país, aunque organizaciones no gubernamentales aseguran que son 7.5 secuestros cada día. Un promedio de ambas cifras es de seis secuestros cada 24 horas, 2 mil 190 cada año.

¿Qué se ha hecho, qué se hace, qué falta por hacer para enfrentar y contener este delito que daña la credibilidad del régimen, destruye el tejido social y aumenta la desconfianza ciudadana en sus instituciones?

Ernesto Zedillo lo intentó y fracasó. Lo mismo ocurrió a Vicente Fox y Felipe Calderón. No pudieron y no renunciaron como se lo reclamó a este último el agraviado Alejandro Martí, padre del secuestrado y finalmente asesinado Fernando.

La incidencia del secuestro ha seguido en aumento. Lo comete la delincuencia organizada como alternativa a la periódica contención del narcotráfico, pero también la delincuencia común. Incluso quienes ven cada día más mermadas sus posibilidades de sobrevivencia.

Sus modalidades van cambiando conforme se encuentra el antídoto a determinado tipo. Ahora ha migrado hacia la extorsión a partir de secuestros no cometidos (secuestro virtuales) y, más grave aún, también se extorsiona a familiares de los cientos de desaparecidos que hay en el país.

Vivimos temerosos de un secuestro en el Distrito Federal, el estado de México, Guerrero, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz, entidades donde se registra la mayor incidencia del delito.

La gente con dinero ya no tiene la exclusividad de ser la víctima. Ahora cualquiera es secuestrable aunque la mayor presión para combatir ese delito proviene de los grupos empresariales, impulsados por los daños infringidos y por la impunidad en que queda la mayoría de los plagios.

De manera que todo está por hacerse en el tema del secuestro. El gobierno de Enrique Peña Nieto cachó el reclamo ciudadano y respondió con una estrategia para enfrentarlo. El académico de la UNAM y experto en temas de seguridad pública, Gerardo Nieto, la sintetiza así: erigir un Centro Nacional de Control desde donde se inhibirán las señales telefónicas de extorsión originadas en centros penitenciarios, desplegar una política de coordinación con el sistema penitenciario federal y los sistemas estatales y operar un mecanismo nacional de alerta, mediante el 088, que activaría la respuesta inmediata de todas las autoridades involucradas en el tema.

Se trata —redondea— de una acción integral (porque en ella participarán todos los niveles de gobierno) y transversal (porque cruza por todas las dependencias federales).

Al frente de ese esfuerzo ha quedado Renato Sales Heredia, desde la semana pasada coordinador nacional antisecuestro.

¿Quién es?, ¿podrá con el paquete?

Esta columna no acostumbra hacer apologías de los hombres del poder. Pero la trayectoria de este funcionario público permite suponer que hará todo lo necesario para tener éxito en la encomienda y desactivar toda la corrupción que encontrará en el camino.

Sales Heredia, hijo de un político campechano que fue procurador del Distrito Federal en el gobierno de Miguel de la Madrid, fue discípulo de Samuel del Villar y Bernardo Bátiz, fiscales de la ciudad durante los gobiernos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente. Con Bátiz, ya como subprocurador del DF, fundó la Fiscalía Antisecuestros capitalina y se ocupó de casos de alto impacto como el de la integración de la averiguación previa contra René Bejarano por los videoescándalos y el de la Mataviejitas, que aclaró con la aprehensión de Juana Barraza Samperio.

Renunció a la Subprocuraduría capitalina por la presión que generó el caso de la defensora de los derechos humanos Digna Ochoa, respecto al cual concluyó que fue un suicidio de dos disparos.

Formado como abogado en la Universidad Iberoamericana y con una maestría en filosofía por la UNAM, Sales Heredia tiene gusto por la literatura y el idioma, toca piano y es (me consta), un ajedrecista excepcional. Y esa vena humanista es precisamente la que lo distingue de los políticos, los policías y el poder.

Ojalá y todas esas herramientas y capacidades le alcancen para superar este enorme reto.

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