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El DF desde la oficina de delitos sexuales

OPINIÓN 09/07/2014 05:00 Actualizada 05:00

Las servidoras públicas saben que la mayoría de las violaciones no suceden en la calle, ni son cometidas por un desconocido o depredador solitario. Por el contrario, es en la casa, en la intimidad y aparente seguridad del hogar donde sucede un poco más de la mitad de las agresiones.
Por lo general, el agresor es alguien de confianza: un tío, sobrino, primo mayor, padrastro; algún vecino en quien se confía. Pareciera que el deseo de agredir a una mujer, niña o niño -las víctimas de la inmensa mayoría de las violaciones- surge de lo cotidiano.
El agresor confía en que la violación es un delito que provoca vergüenza y además es difícil de probar. En la mayoría de los casos, la víctima no denunciará. No desea confrontarse ni ser estigmatizada. Así, el agresor queda impune y la víctima no es atendida. Una situación así puede trastocar la vida entera.
Para prevenir y combatir la impunidad, la víctima necesita un apoyo familiar. Que su madre, padre, familia le crea y la apoye completamente. Cuando esto se presenta ya tiene la mitad de la batalla ganada.
Respecto a las agresiones en la calle, en la PGJ han identificado dos horarios clave propicios para la violación. El primero es muy temprano, más o menos entre 5 y 6:30 de la mañana, cuando las mujeres trabajadoras se dirigen con prisa a sus trabajos o escuelas. Los agresores suelen aprovechar esta prisa, esta distracción. El segundo horario es pasadas las 9 de la noche, cuando las mujeres regresan a casa, van cansadas y hay poca gente en las calles.

Las servidoras públicas coinciden en que el principal lugar de violaciones -después del hogar- es el transporte público: autobuses y taxis. No ocurre así en el Metro, sin embargo, las agresiones suelen ser tocamientos y exhibicionistas.

Otros lugares recurrentes en los relatos de las mujeres que denuncian violaciones son: parques y zonas arboladas, caminos rurales solitarios (por áreas como Magdalena Contreras, Tláhuac, por ejemplo).

En general, el violador oportunista asalta primero a la víctima: suele quitarle el celular o lo que traiga de valor. Pero es sólo un pretexto, el objetivo es otro.

Después la jala a algún lugar más escondido y la agrede sexualmente.

Por último, algo en lo que coinciden las servidoras públicas, en el caso de violaciones perpetradas por desconocidos, es que es muy difícil que la policía identifique y atrape al agresor. Los casos que han sido resueltos se deben a que una o varias víctimas reconocieron a su agresor. En este caso, sugieren lo siguiente: si lo ven, llamen inmediatamente a una patrulla, deténganlo.

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