Falta de sueño, una pesadilla

OPINIÓN 08/05/2013 00:00 Actualizada 00:00

No dormir bien se asocia, correctamente, con cansancio, riesgo de accidentes y problemas de salud, entre otras cosas, pero hay más, la ausencia de dulces sueños puede ser detonador de la gordura.

Investigaciones realizadas en Estados Unidos, Bélgica, Francia y Japón en los últimos cinco años dejan ver que después de una noche de desvelo, las personas suelen despertar con mucha hambre, en particular con ganas de comida rica en carbohidratos.

“En México aún no disponemos de estudios, pero en esos países se han hecho bajo condiciones controladas; a personas que han dormido mal se les pide en la mañana que digan qué alimentos se les antojan y se inclinan por aquellos que contienen más carbohidratos”, cuenta Carolina Escobar, investigadora del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.

Las malas noches provocan hambre

Se cree que el cansancio físico por dormir mal provoca una baja de hormonas, como leptina, que normalmente genera saciedad, y las personas experimenten un gran apetito.

“Si la leptina está alta, dejamos de comer porque ya no se nos antoja nada, pero si está baja sentimos hambre. En algunos de esos estudios se han medido los niveles de esa hormona en la sangre, y se ha visto que están muy bajos después de una mala noche”.

Más que hambre, análisis epidemiológicos de largo plazo en grupos de jóvenes, indican que al cabo de 10 años de seguimiento, los investigadores encontraron que quienes decían dormir poco o mal habían desarrollado sobrepeso y afecciones metabólicas.

Razones de peso y descanso

Durante el sueño, el cuerpo experimenta cambios que permiten que al día siguiente nuestro metabolismo y señales de hambre y saciedad funcionen bien.

En el trabajo La calidad y la cantidad de sueño como factores determinantes de obesidad. Una propuesta para detectar y prevenir el sobrepeso y la obesidad en la población del Distrito Federal, Escobar y sus colaboradores tienen en mente hacer un seguimiento de los patrones del sueño entre los capitalinos.

Es un hecho que hoy día los niños, obsesionados por los juegos de video o la computadora, o por las redes sociales, ya no se duermen a las siete u ocho de la noche, como antes, sino a las nueve o diez.

“Necesitamos averiguar cómo duermen los infantes, los adolescentes y jóvenes. Hay que concientizar a los papás acerca de la necesidad de que descansen bien. También debemos empezar a corroborar si, efectivamente, las personas con mala calidad de sueño desarrollan obesidad y problemas metabólicos, como se ha visto en otras naciones”.

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