Marchar, pero poquito

LEO AGUSTO

OPINIÓN 08/02/2017 10:15 LEO AGUSTO Actualizada 10:15

SE ARMÓ la discordia debido a los oscuros intereses que pudieran tener los organizadores de la marcha prevista para el próximo domingo 12 de febrero a las 12 del día del Auditorio Nacional al Ángel de la Independencia. Y no es por el enfado que puedan causar a los paseantes dominicales en bicicleta que se dan cita semanalmente hasta las 2 de la tarde por el Paseo de la Reforma. Este es sólo uno de los detalles que no consideraron los maquiavélicos organizadores.

La cosa es que María Amparo Casar ha sido la encargada de arengar la marcha, cosa que hace un par de semanas hubiera servido como una excelente válvula de escape para los mexicanos hartos de los embates económicos nacionales y de importación. Pero el mundo gira mucho más rápido últimamente, la resistencia fuerte está en Mexicali y Tijuana, Baja California, según se vio el fin de semana en las garitas vacías de San Ysidro y Calexico, como una forma de protesta ante las políticas de Trump. 

Además, con todo respeto, no es lo mismo desgañitarse en radio y tv al defender o descalificar causas particulares con puntos de vista personales, cosa que hace muy bien la analista, pero articular y legitimar socialmente una marcha es otra cosa. De ahí el tono descafeinado de la protesta, “apartidista, pacífica y respetuosa”.

Les faltó agregar “nice” y especificar el “dress code” pa’l argüende, dice El Gordo con resaca de ‘puente’.

Pero a ver, lo mejor de la marcha ‘chic’ es el motivo, la causa; vea usted el postulado de los cafeteros de Las Lomas que, en honor a la verdad, no le pide nada al “Liberté, egalité, fraternité”, francés: “marcha para defender los derechos de todos, exigir el buen gobierno que merecemos y celebrar el orgullo de ser mexicano”. ¿O sea?

Cuántas dudas, doña Amparo, ¿quienes son todos? ¿también la vaquita marina en serio peligro de extinción? ¿los 43 de Ayotzinapa? ¿Mireles? ¿El Gordo? Y esa grotesca exigencia: “el buen gobierno que mercemos”. Ni una palabra a la corrupción, a la impunidad, ningún nombre, ni Duarte, ni Borge. Ni un guiño a la desigualdad social, un lamento por los feminicidios. ¿Y si no merecemos un buen gobierno? Es duda existencial. 

La última pregunta, ¿cómo se celebra el orgullo de ser mexicano? En dado caso, el 5 de febrero hubiera sido mejor ocasión para la convocatoria por el aniversario de la Constitución, pero pesó más el ‘puente’ y el Super Bowl. Tan pertinente la expresión de Cuauh-témoc Cárdenas al respecto: “No basta con gritar y agitar banderitas”. Porque ese es el tono patriotero que de a poco domina el ambiente, ese Pedro Infante que algunos llevan dentro. Vea usted al vocero presidencial echando mano en cadena nacional de frases del tipo: “no estamos mancos”, arcaísmo de la época de oro del cine mexicano, generalmente utilizado previo a arremangarse la camisa.

Y finalmente, más que una pregunta, un comentario. Es realmente tibio convocar a una marcha “nacional” y que termine en el Ángel de la Independencia, eso es de panistas. Mínimo la convocatoria debería acabar en el Monumento a la Revolución. Y si no hay temor al ridículo por no llenarlo, llegar al Zócalo. El desaire en redes sociales a la marcha convocada por la organización improvisada “México Vibra”, no debe tomarse como falta de capacidad de fuerza social o muestra de desarticulación, sino que sectores mayoritarios dentro de los inconformes no confían en el liderazgo social espontáneo de María Amparo Casar; sin descartar que la clase media alta mexicana se ha visto realmente mermada, recordemos que en 2004 este sector salió a la calle vestida de blanco en una marcha multitudinaria al Zócalo capitalino para exigir justicia en los crecientes casos de secuestro, principalmente. Una clase media capaz de pegar en la línea de flotación de López Obrador, que descalificó a las víctimas de delitos como “pirrurris”, eran los tiempos de Bejarano. 

Ante la devaluada caballada, la UNAM y el IPN se han sumado a la convocatoria, los estudiantes tendrán la oportunidad, una vez más, de ser la voz del descontento. Y los jóvenes gustan de adueñarse de las fiestas. Veremos.

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