La forma del cangrejo en la cubeta

LEO AGUSTO

OPINIÓN 07/03/2018 13:51 LEO AGUSTO Actualizada 13:51

Es claro que el cine mexicano vive una nueva época de oro, muy a pesar de su precaria industria y la negativa de las salas a exhibir la obra de una generación de creadores que ha alcanzado altos niveles de perfección en el séptimo arte. 

Se dio una discusión estéril en redes sociales, principalmente respecto a la película The shape of water (La forma del agua), que fue reconocida la noche del pasado domingo con dos premios Oscar, donde el tapatío Guillermo del Toro tuvo participación: Mejor Película y Mejor Director. Que si debía considerarse como cine mexicano. No, porque no fue una productora nacional. Que si debería llenarnos de orgullo a todos los mexicanos o se trataba de un triunfo individual de Del Toro. Parece que no hemos entendido nada como sociedad. Claro que debe llenarnos de orgullo el triunfo de un mexicano en la meca del cine mundial. Claro que debe motivar a cada uno de nosotros para aspirar a ser de los mejores del mundo en nuestras respectivas áreas de especialidad. Porque hay otros, personajes de mente pequeña, como el lector de noticias en Radio Red de Grupo Radio Centro, Jesús Martín Mendoza, que se indignó en Twitter porque Del Toro habló en inglés en su discurso de agradecimiento: “...Ni una palabra en español. No le costaba nada gritar ¡Viva México! Pero no lo hizo. Simple, ya no sé (sic) asume mexicano ni hispanoparlante”. 

Vaya nivel de mediocridad, este vocero del oscurantismo nacional quisiera escribir los discursos de los ganadores de los premios Oscar que él nunca obtendrá. Poco faltó que Mendoza reprochara a Del Toro no exigir a nuestro vecino del norte la devolución de la mitad del territorio que nos arrebataron en el siglo XIX. 

La otra agresión fue contra el vestido amarillo de Eiza González que fue objeto de burlas y memes, quien respondió sorprendida porque en otros países, dijo en redes sociales, no se agrede a quienes destacan en el extranjero. Y sí, Gael García Bernal cantó muy feo, ni modo. Quizá se le perdona por ser tan buen actor. 

Lo cierto es que en la vieja fábula de los cangrejos en la cubeta, la cubeta representa la zona de confort de la que no queremos salir y nos indigna que alguien más lo haga, por eso las agresiones colectivas. Es buen momento para afinar nuestro concepto de mexicanidad. 

Periscopio. Se cumplieron 24 años del célebre discurso de Luis Donaldo Colosio en el Monumento a la Revolución con motivo del 65 aniversario del PRI, que los priístas siguen sin querer escuchar ni ver lo que su candidato presidencial les exigió entonces, por ejemplo: “Sólo los partidos autoritarios pretenden fundar su legitimidad en su herencia. Los partidos democráticos la ganamos diariamente”. Un discurso que a casi un cuarto de siglo permanece vigente en el planteamiento de la urgencia de modernización a la entonces clase política mayoritaria. Pero se ha caído en el cliché de recordar la frase que más caló en la dura piel del dinosaurio: “Yo veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían servirla”. Sin embargo, hay una diferencia sustancial entre el histórico 6 de marzo de 1994 y el primer discurso de Colosio como candidato del PRI a la Presidencia de la República, 28 de noviembre de 1993, en el Auditorio Plutarco Elías Calles, en la mismísima sede del “Parque Jurásico” de Insurgentes Norte y Violeta de la capital del país: En el discurso de noviembre, Colosio remata su oratoria con los siguientes vivas: Viva Carlos Salinas de Gortari. Viva el PRI. Viva México. Mientras que en el Monumento a la Revolución el remate fue: ¡Viva el PRI! ¡Viva México!

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