Engañifas

OPINIÓN 05/10/2015 05:00 Actualizada 05:00

En la columna del miércoles pasado recuperábamos la definición que el reconocido politólogo italiano Norberto Bobbio hace del término populismo: Se refiere a corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo a los partidos tradicionales (institucionales e ideológicos), su reiterada denuncia de la corrupción política de las clases privilegiadas y su constante apelación al pueblo como fuente del poder.

Aquí en nuestro país se ha significado más bien como una oferta política con soluciones retóricamente atractivas pero inviables en la práctica, lo que no es populismo en términos estrictos, sino demagogia, es decir, una degeneración de la democracia mediante la cual los políticos tratan de conseguir o mantener el poder con concesiones y halagos, la mayor de las veces insostenibles, a los sentimientos más elementales de los ciudadanos.

Y en este enredijo de conceptos resulta que los demagogos que acusan a otros de demagogos, son tan o más demagogos que los acusados. Aquí algunos ejemplos recientes de personajes identificados con el actual gobierno priísta y los dos anteriores panistas, que constantemente acusan de populista (aunque en realidad quieren decir demagogo) a López Obrador.

En su comparecencia, el jueves ante la Cámara de Diputados, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien el año pasado impulsó una reforma fiscal que dañó severamente a la pequeña y a la mediana empresa, así como al contribuyente cautivo con aumentos en gravámenes y el endurecimiento de la captación, plantó cara en la tribuna legislativa para pedir a los diputados que no crearan nuevos impuestos ni aumentaran los existentes, y mucho menos que gravaran con IVA los alimentos y las medicinas.

Ante tal generosidad discursiva y la sublime muestra de sensibilidad respecto a la situación de los jodidos de siempre, la bancada del PRI se puso de pie y aplaudió ruidosamente a Videgaray. Los ajustes impositivos ya se habían hecho el año pasado y no estaban ni están previstos en el proyecto de Ley de Ingresos entregado al Congreso para este año. Y aunque es prerrogativa constitucional del Legislativo crear o derogar impuestos, diputados y senadores trabajan siempre sobre la iniciativa enviada por el Ejecutivo que es el que normalmente propone y dispone en la materia. De manera que el dicho de Videgaray sólo fue una engañifa, un desplante de demagogia.

Otro fue, en esa misma comparecencia, el del diputado del PAN, Gustavo Madero, quien le reclamó al secretario de Hacienda que la población no está contenta con la situación económica del país. Con cartulinas que acabaron por atorársele en el pódium, el ex presidente del PAN sustentó su dicho en las tasas de crecimiento económico de los tres años que lleva este gobierno. No reparó, eso sí, que los gobiernos emanados de su partido, los de Fox y Calderón, tampoco cumplieron con las metas de crecimiento que se propusieron y que son corresponsables del descontento popular con la situación económica del país. ¿Osado y contundente opositor? No, pura demagogia.

Ese mismo jueves, pero ante el Senado, compareció el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño. Inevitable el tema de la reforma educativa. En ese contexto pidió a los maestros “encarecidamente” (esa fue la palabra utilizada) que se presentaran a la próxima evaluación que tendrá lugar a finales de este mes y principios del entrante. Matizó así, con un fraseo conciliador, suplicante, el verdadero sentido de su mensaje (sin duda sustentados en los cambios legales de la reforma de marras): o se evalúan o se van. Si la ley aprobada determina que los maestros que no se evalúen y no justifiquen su ausencia serán retirados del servicio, por qué no decirlo así, por qué la engañifa, por qué la demagogia que aquí confunden con populismo.

Otra cara de este asunto es la de Jaime Rodríguez, “El Bronco”, quien el sábado tomó posesión del gobierno de Nuevo León y se convirtió así en el primer candidato independiente en ganar una elección estatal en esa entidad y en el país. Muy parecido al estilo de Fox (quien de hecho fue él y no el PAN el que ganó la presidencial de 2000), llega con un discurso que exalta lo políticamente incorrecto, lo desenfadado, la limpieza de los políticos corruptos y su negativa a pagar publicidad a las televisoras. Se monta al generalizado rechazo popular no a los partidos políticos como concepto, sino a los que tenemos. Tocó así un sentimiento profundo del ciudadano y le dio resultado. Eso es demagogia y populismo a la vez, aunque, en este caso, habrá que darle el beneficio de la duda. Su formación priísta y la necesidad de la estructura política que da un partido para gobernar, podrían desenmascarar el furor que hoy todos sienten por las candidaturas independientes.

@RaulRodriguezC
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