El rostro más violento de la discriminación sacudió al Distrito Federal, a pesar de ser una de las regiones más avanzadas del país en la materia. Cuenta con leyes específicas para proteger a grupos vulnerables como los niños, mujeres, adultos mayores. Sin embargo, hasta la fecha no ha logrado concretarse una ley para proteger a los grupos indígenas, a pesar de que nuestra ciudad y el área metropolitana es uno de los principales destinos de migración interna.

Según la Encuesta sobre Discriminación que el Consejo Nacional para Prevenir la discriminación 2010, para los habitantes del DF y el área metropolitana, el motivo principal por el que han sido discriminados es la falta de dinero. Seguido del género -ser hombre o mujer-, la apariencia física y la edad. Angelina es pobre, es mujer, es joven, migrante e indígena.

Pero las cifras no logran describir el problema de la discriminación en México.
México -y el DF no es la excepción- tiene aproximadamente 60% de población mestiza y 30% de indígena. Sin embargo, según la encuesta del Conapred, mucha gente se percibe de un color de piel más claro. Este conflicto es compartido por la gran mayoría de los países que sufrieron una colonización. El rechazo a lo propio, a la identidad particular, en este caso a la raíz indígena -originaria- de nuestra riqueza genética.

Se nos dice todo el tiempo, a todas horas, que lo deseable es ser blanco, rubio, europeo; que nosotros, población de todos los colores de piel tostada, debemos aspirar a eso. Pero luego llega el indígena a la ciudad y nos recuerda que no somos diferentes de él. De ahí proviene el rechazo.

Angelina es un espejo, donde podemos ver retratada una sociedad que no termina de aceptarse y de enaltecer su propia riqueza. Una sociedad que, a pesar de haber celebrado ya 200 años de Independencia, no ha logrado sacudirse la colonización.

Descolonización: Requiere crear no sólo normas nuevas, sino hombres y mujeres nuevos, que no carguen con los valores que sirvieron para hacer de sus antepasados unos esclavos.