La reaparición de ‘Marcos’

OPINIÓN 04/05/2015 05:00 Actualizada 05:00

YA NO ES ‘MARCOS’, es ‘Galeano’, pero sigue siendo un subcomandante zapatista. El sábado reapareció entre la niebla del caracol de Oventic, municipio de San Andrés, en Chiapas.

‘Marcos’ es ‘Galeano’ desde hace un año que se dejó ver por última vez en La Realidad, municipio de Las Margaritas.

A su ya mítico pasamontañas ha añadido un parche negro sobre el ojo derecho. La intención de mostrarse con facha de pirata, la refuerza la calavera estampada sobre el protector ocular. Un medio guante negro, de esos que dejan los dedos en libertad, está en la mano izquierda del guerrillero. Resalta el blanco que dibuja las falanges. La correspondiente al anular se prolonga con su propio dedo, lo que refuerza la seña-saludo con una de las procacidades universales más conocidas.

El subcomandante bajó a Oventic a rendir homenaje a dos muertos: Uno, el maestro de una escuelita zapatista José Luis Solís López, secuestrado, torturado, desangrado, apaleado, macheteado, asesinado y rematado el 2 de mayo del año pasado, unos días antes de que ‘Marcos’ se dejara ver tras cinco años, en los que se especuló sobre enfermedad y muerte; otro, el filósofo y escritor Luis Villoro Toranzo, quien dejó de respirar el año pasado a los 91 de edad.

El maestro asesinado era miliciano del EZLN desde antes del levantamiento de 1994. Llevaba el sobrenombre de ‘Galeano’, que a su muerte retomó ‘Marcos’. Contra lo que pudiera creerse, el ‘Galeano’ no le vino al profesor zapatista de Eduardo, el escritor uruguayo fallecido apenas el pasado 13 de abril. Lo tomó de Galeana, sí, Hermenegildo, el insurgente guerrerense originario de Tecpan. “Lo que hizo fue masculinizar el apellido”, explicó el hoy ‘Galeano’, antes ‘Marcos’.

Sobre Villoro contó un cuento, el de un viejo filósofo que subió a la sierra para hacerse guerrillero. Buscó al subcomandante una noche en que el frío “mordía las mejillas como un amante obsesivo”. Y le pidió: “Quiero entrarme de zapatista”. El entonces ‘Marcos’ le dio todas las negativas diplomáticamente posibles, incluida la de que con pasamontañas llamaría mucho la atención. Villoro, con lógica impecable e implacable, le respondió que bastaba con su boina negra. Siempre la usó aquel español venido a México, discípulo de José Gaos, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Filosóficas, ex embajador de México en la UNESCO y miembro del Colegio Nacional, que una vez aceptado en el zapatismo, sólo pidió que no se le dijera nada a su mujer y a sus hijos hasta que muriera.

Así que ‘Marcos’, ahora ‘Galeano’, aprovechó que en el homenaje del sábado estaban la mujer del viejo pensador, la también filósofa Fernanda Navarro y Juan Villoro hijo para decirles: “Tu papá fue guerrillero; el hombre a quien amó, señora, era un miliciano zapatista”.

Villoro hijo aprovechó para recordar que en el zapatismo, su padre encontró en la vida real aquello que le parecía en principio solamente una teoría. Delineó después los últimos días del trabajo intelectual de su filósofo progenitor: “Pensaba sobre todo en el legado indígena del pasado (y que) los zapatistas le dieron un presente a esa ilusión y también un futuro, porque el camino zapatista no se ha detenido, no se detendrá (y) mi padre murió pensando justamente en ese camino”.

Luego, junto con Fernanda Navarro pidieron un permiso que les fue concedido, de manera que desde ayer, los restos del filósofo Villoro están sepultados en un árbol de Oventic asignado por los dueños de esas tierras. En la ceremonia estaban también Adolfo Gilly, la familia del maestro ‘Galeano’ y dos padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre pasado.

‘Marcos’, hoy ‘Galeano’, y el EZLN, ya no son aquel fenómeno mediático de los noventa, pero ahí están, vigentes y actuantes en cinco regiones de Chiapas, materializando su proyecto de autonomía política-económica y su lógica de la resistencia.

Por eso no es menor que hagan acto de presencia, que se dejen ver y que dejen saber de ellos. Y no es casual que digan ‘presente’ cuando falta menos de un mes para las elecciones federales del próximo 7 de junio y en el enrarecido contexto de violencia sin precedentes, peligrosa y preocupante, que el viernes pasado dejó sentir la delincuencia al desquiciar con bloqueos, enfrentamientos e incendios, la ciudad de Guadalajara y 23 municipios más del estado de Jalisco.

Y eso ya está muy cerca del corazón del país, en nuestra segunda ciudad en importancia.

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