Odiar el Año Nuevo

Lydiette Carrión

OPINIÓN 04/01/2017 09:12 Lydiette Carrión Actualizada 09:12

Después de las posadas, el pavo, el bacalao, los romeritos, el ponche, las bebidas, las piñatas, las vacaciones, la familia, los brindis, las luces de colores, el árbol, los nacimientos, los adornos, el frío decembrino, los buenos deseos… 

Después de todo eso, cada año, todos los años, se repite el siguiente ritual: somos arrojados de la esfera de alegría, de vuelta a la realidad, a las cuentas pendientes y a la peor pendiente de todas: la cuesta de enero. Y se agrega (como en otros años) un panorama poco alentador para el país: los gasolinazos, el empobrecimiento sin freno de la mayoría de los hogares de México

Lo peor de enero no son los kilos de más, ni la cruda que deja el remolino de fiestas, ni siquiera el aguinaldo agotado. Lo peor, desde hace años, es regresar a la realidad de un país que parece moverse centímetro a centímetro al despeñadero. Junto al país, por supuesto, también se encuentra la Ciudad de México y el área metropolitana. Se inicia el año con protestas por el gasolinazo en la capital; con la perspectiva de que aumentará el costo del transporte público, pero no su calidad, con la perspectiva de una inflación sin freno…

En 1916, el intelectual comunista italiano, Antonio Gramsci, escribió una columna que tituló: Odio el Año Nuevo. Ahí, aseguró: “Cada mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que es para mí año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión […] Estos balances hacen perder el sentido de continuidad de la vida y del espíritu... Es un mal propio de las fechas”.

“Estos balances hacen perder el sentido de continuidad de la vida”, escribió Gramsci. Y este es uno de los puntos nodales en la forma de hacer política en México; los gasolinazos y las políticas públicas contrarias al bienestar de todos, suelen implementarlas justo en vacaciones, o… justito después de Navidad y Año Nuevo, cuando todos estamos distraídos con las fiestas, la familia, los “propósitos” de Año Nuevo. Es decir: hay continuidad, pero no la vemos. 

¿Qué diferencia hay entre el 31 de diciembre de 2016 y el 1 de enero de 2017? ¿Ha pasado un año o un día? No se trata de odiar las fechas, pero sí quizá de vivir lo que se nos impone con mayor sobriedad. Tal vez así, algún año nuevo nos propongamos tomar la rienda de nuestro país.

GLOSARIO DE SUPERVIVENCIA Propósito de enero: Vivir esta cuesta con lucidez. 

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