SI no hay solución, habrá revolución”, es la consigna que desde hace muchos años hemos coreado en las marchas a favor de alguna lucha o en algún acto en contra del régimen. Pero lejos de que haya las condiciones para una verdadera revolución, en estos momentos, no hay solución, pero sí mucha convulsión. En la actualidad el ambiente está convulsionado. La crisis que vivimos está muy lejos de lo que alguna vez pudimos imaginarnos, al tratar de construir una alternativa diferente desde la izquierda para México.

En este desangrado país, Enrique Peña Nieto se ha encontrado que a pesar de usar el método del “aquí no pasa nada”, enfrenta la desaprobación más grande de su mandato: el 58%. Porcentaje considerado el más bajo que haya tenido un presidente de la República desde el año de 1995.

En estos dos meses, EPN ha tenido que enfrentar la desaparición de los 43 normalistas, el descubrimiento de la “Casa Blanca de la Gaviota” y la cancelación de la licitación del tren México-Querétaro, que pone los reflectores en el tráfico de influencias, la corrupción e impunidad, entre la pareja presidencial y Juan Armando Hinojosa, principal accionista del Grupo Higa y beneficiario de los contratos multimillonarios otorgados en el Estado de México cuando Peña Nieto era su gobernador.

“Si no hay solución habrá más corrupción”. Por eso es preocupante la represión masiva contra los manifestantes. Considero que deliberadamente se ataca a los contingentes pacíficos, con el objeto de inhibir a la población de participar en la protesta social. Desde el 1 de diciembre de 2012 se han implementado estrategias policiacas reprobables, que incluyen la infiltración de agentes que provocan la violencia e incitan a la población a repeler la agresión y a generar tensión. Frente a la desesperanza, algunos jóvenes optan por la vía violenta auto organizada de los anarquistas que ponen en riesgo a todos. Hoy por hoy, la vía violenta genera más violencia.