Sin agua en la ‘cuesta de enero’

OPINIÓN 03/02/2016 04:00 Actualizada 04:00

A grandes rasgos, el reportaje bosqueja y documenta el largo e hipercaro trayecto de 120 kilómetros que realiza el agua desde el inicio del sistema Cutzamala hasta ser consumida por los capitalinos. Después, lo que antes era agua cristalina y potable, se convierte en agua negra, y ese mar contaminado también hará una travesía épica para ser expulsada del valle de México.

El reportaje narra lo que ya sabemos, pero olvidamos todos los días, hasta que llega otro recorte de agua: en la Ciudad de México cada gota de agua consumida es carísima; vivimos la escasez en un valle que se inunda cada temporada de lluvias; con cada aguacero el líquido que cae del cielo es desechado.

El texto ilustra muy bien por qué el problema del agua en la ciudad no se debe ni a falta de medios técnicos, ya que todo el sistema es una proeza de ingeniería. El agua de la ciudad es de las más caras del mundo y la tecnología ahí está: tanto para traer líquido desde tan lejos y luego para expulsarlo.

Si el problema no es de recursos ni ingenio, es de planeación, de políticas públicas, de que es posible afrontar un problema con diversas soluciones, unas más sustentables que otras.

El reportaje de ‘The Guardian' es acertado, sin embargo, parece asumir que la totalidad del agua que consumimos en nuestra ciudad proviene del sistema Cutzamala. En realidad, el sistema provee 30% y 70% es extraído de los pozos profundos de la propia Ciudad de México, en este subsuelo que -por cierto- cada vez se hunde más y más debido a la desecación.

Y ahí es donde entra otro componente: el suelo de conservación de la capital, cada vez más reducido, más afectado, más ignorado por las políticas públicas. Y en este rubro se inscriben diversos movimientos en la ciudad en los últimos años, como la "batalla" que pobladores de San Bartolo Ameyalco libraron contra granaderos el 21 de mayo de 2014 para evitar que se entubara su manantial de agua.

Por lo pronto, en Iztapalapa el recorte de agua persistirá hasta el fin de semana. Los bloqueos en vialidades serán la única forma de protesta que los vecinos tendrán a la mano para exigir una pipa, dos, e ir pasando la ‘cuesta de enero' que ya se prolongó a febrero. Los problemas con el agua seguirán acentuándose si no hay un cambio en la política pública.

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