Arte sobre el ring

Gabriel Cruz

OPINIÓN 02/05/2017 11:45 Gabriel Cruz Actualizada 11:45

“¿Para qué tanto brinco, si la lona está pareja?”. Nunca olvidaré esa frase que me compartió alguna vez El Negro Navarro durante una entrevista en el gimnasio Ham Lee. 

El Negro Navarro no era el mejor integrante en los Misioneros de la Muerte; El Signo y El Texano lo superaban en muchos aspectos. 

Pero El Negro suplía sus carencias con una personalidad arrebatadora que dotaba a la tercia de un toque especial sobre el cuadrilátero.

El tiempo pasó, Navarro fue cambiando de rol sobre el ring e hizo de la técnica su mejor arma de presentación al luchar.

Así, se fue zafando de la marca de los Misioneros, aunque la afición sigue ligándolo a ese pasado, más por un golpe de nostalgia que por alguna semejanza con aquéllos años en el Toreo de Cuatro Caminos.

La independencia siempre ha sido su bandera y de algunos años a la fecha fue adquiriendo otro nivel, el de maestro, precursor de la lucha clásica y un excelente ejemplo de ella al pararse sobre los enlonados profesionales.

Un tipo de luchador que ante la evolución de los costalazos cobró una importancia especial. Navarro y otros contemporáneos como Solar, Blue Panther y Black Terry se han aferrado a no dejar morir el estilo que les dio prestigio.

Sin embargo, un problema de credibilidad ha sido que suelen enfrentarse mucho entre ellos y la fórmula se fue desgastando, así que oportunidades como la de ver a El Negro frente a frente contra un joven poderoso de talla mundial como Zack Sabre Júnior, era imperdible.

La arena Naucalpan fue el escenario y la calidad de los protagonistas de la batalla, lo mejor de la noche en el recinto mexiquense. 

El Negro, quien ante la juventud de su contrincante no desentonó, se sacudió toda serie de castigos hasta atrapar a su rival para en cuestión de segundos sacarle la rendición.

Un aplauso sonoro para ambos y la satisfacción de ellos, fue el mejor cerrojazo para un gran agarrón luchístico. 

Buenas luchas!

 

Comentarios