Violencia acústica que ronda al amor

OPINIÓN 01/11/2013 05:00 Actualizada 05:00

No se trata de la violencia verbal, esa de ofender y humillar con palabras altisonantes a la pareja o a la familia, se trata de violentar la tranquilidad de los demás usando ruido, gritando, para someterlos.

El término violencia acústica se acuñó en Argentina y se refiere al uso de la fuerza para apantallar y hasta someter a los demás, “es ejercer poder hacia los demás usando el sonido que alguien emite con intención o no, de afectar a otros”, explica el doctor Ignacio Mora Magaña, experto en audiología.

La diferencia con la violencia verbal es que en ésta se ofende y humilla, pero cuando se grita, además ya es violencia acústica, así como también lo es subir mucho el volumen del radio, taladrar de noche o aspirar y afectar a los vecinos, aunque no se haga con la intención de dañarlos.

Así, hay conductas sexuales que son ejemplos de violencia acústica intencional, pero muchas veces no lo contemplamos como tal, como lo es pasar por la novia en moto con el escape abierto para impresionarla; hacer bravuconadas con el claxon para sentirse muy macho; gritarle a las personas para someterlas y parecer muy fuertes, importantes o influyentes; subir el volumen de la tele o el radio para ignorar lo que nos dice la pareja.

Mora Magaña asegura que “hay personas que cuando se enojan, discuten y gritan, esto es imponerse con la voz a gran intensidad y así se sustituye el uso de la fuerza física y, por tanto, no hay lugar a dudas de que es una manifestación de violencia”.

Los datos registrados de ruidos surgieron en la naturaleza, como por ejemplo el que producen las cascadas o el trueno y los que son utilizados como violencia son, por ejemplo, el rugido del león, que lo usa para imponerse ante los demás. “Esto es muy parecido al hombre o la mujer que gritan para imponer su punto de vista”, asegura Mora.

Después, en la Edad de Bronce, con el uso de los metales se dio otra forma de ruido que era producido por los martillos y herramientas y de ahí aparecieron los instrumentos para llamar la atención de todo el pueblo, “como las campanas que de alguna manera se usan para imponer un orden o un situación particular”.

De ahí, el ruido y la violencia acústica se transformó nuevamente con la revolución industrial, que es cuando se ha generado la mayor cantidad de ruido en la humanidad y, por tanto, también violencia acústica. “Así como en ese entonces el tren permitió extender la civilización, extendió también el sometimiento mediante el ruido y la violencia acústica”, dice el experto.

Y aclara: “La violencia no intencional no quiere decir que no esté sucediendo y que no afecte las relaciones humanas. Por ejemplo, las personas mayores que tiene problemas para oír, pero se resisten a ponerse aparato auditivo y quieren escuchar la tele confortablemente, le suben mucho el volumen; por supuesto, lo que hacen es generar molestia con las personas que están junto y oyen bien. Esto es violencia no intencional y genera conflictos familiares”, detalla.

Así, hay varias formas de utilizar la violencia acústica, pero es un hecho que también hemos generado tolerancia a la presencia de algunos sonidos, como al de las sirenas de ambulancias, por ejemplo, o las campanas de una iglesia. “Pero usar el claxon, el escape o el radio a todo volumen para llamar la atención es como usar el rugido del tiempo de las cavernas, ya que buscamos someter a los demás, donde se pretende obtener una ventaja mediante el uso del ruido”.

Los altavoces en manifestaciones son conductas violentas de aquel animal humano de hace mil años, dice, “y enseñamos a las nuevas generaciones que esta es la manera en que deben relacionarse, con conductas agresivas de sometimiento social y familiar para comunicarse”.

Así, puntualiza, “desde la casa, si nos gritamos unos a otros, hasta en la calle por pedir derechos laborales, la comunicación a gritos lo que menos tiene es llegar a dar un mensaje, sino a imponerse ante el otro, buscar el dominio”.

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