son parte de los 2 millones de trabajadores informales

Cuatro generaciones dedicadas al ambulantaje

Herlinda y Jesús llevan 34 años vendiendo en la calle, ahora también sus hijos y nietos

Al día 28/06/2017 18:04 Redacción Actualizada 18:08
 

Es la una de la mañana, Jesús Jiménez, de 69 años, es el primero en despertar en la casa de la familia Jiménez Rodríguez, ubicada en la colonia San Rafael Chamapa, Naucalpan, Estado de México.

Enciende los fogones, descuelga los botes tamaleros y las grandes ollas de aluminio donde prepara el atole y el café. 

Su hijo Óscar, de 47 años, es el segundo en levantarse. Ayuda a su padre a cargar las ollas y sale a comprar el pan para las tortas. 

Una hora más tarde, aparece Herlinda Rodríguez, de 66 años, quien de 3:30 a 4:50 horas prepara las tortas, los sandwiches y acomoda los tamales que preparó la noche anterior.

Herlinda y Jesús han sido vendedores ambulantes durante 34 años. Sus padres también lo fueron. Sus hijos y sus nietos ahora lo son. Son cuatro las generaciones de ambulantes en esta familia.

Son cuatro los hijos que se dedican al ambulantaje y 10 nietos. Todos forman parte de los 109 mil 186 comerciantes que tienen permiso para vender y de los 2 millones que expertos calculan que hay en la vía pública.

De los autorizados, 72 mil 94 son considerados independientes y los demás pertenecen a 761 organizaciones que se tiene identificadas en las 16 delegaciones.

A las 05:00 de la mañana hijos y nietos salen de la casa de Herlinda y Jesús. Este es el punto de reunión del clan Jiménez Rodríguez. 

La familia Jiménez Rodríguez tiene seis puestos en la delegación Miguel Hidalgo, por los que paga 200 pesos mensuales. “El dinero se le da a un líder; es como un derecho de piso que debemos pagar por un espacio de unos dos metros”, explica uno de ellos.

“Siempre estamos con el riesgo de que nos echen o nos levanten del lugar. Queremos estar formales y pagar lo que corresponda, pero también que se respeten nuestros derechos como ambulantes”, agrega Óscar, quien pertenece a la Alianza de Organizaciones Sociales.

“Formulamos una iniciativa de ley para pugnar por el reordenamiento del comercio en la vía pública. Los ambulantes somos necesarios para los trabajadores que no pueden pagar un café en Sanborns o Vips. Vendemos un café en ocho pesos, un pan a siete, una torta de tamal a 10. Nosotros le damos de comer a la gente trabajadora, la que no tiene un trabajo digno y bien remunerado”, dice Óscar, quien truncó su carrera como maestro para apoyar a sus padres, Jesús y Herlinda. 

“¡Imagínese!… cuando vino el papa Francisco nos sacaron seis meses de Reforma. ¿Le parece justo?”, pregunta Óscar.

Herlinda confiesa no recordar algunos de los nombres de sus bisnietos: “¡Ya son demasiados!”, pero desea que vayan dejando a un lado el ambulantaje, como ha ocurrido con su nieto Antonio Juárez Jiménez, quien está por titularse como licenciado en Geografía. 

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