Sufrió quemaduras en el 35% de su cuerpo

Juan Carlos regresa de Galveston

El menor estaba en el mercado de pirotecnia de Tultepec cuando ocurrió la explosión de diciembre

Foto: Cortesía

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Al día 22/01/2017 13:00 Redacción Actualizada 13:00
 

Por Erika Flores

Juan Carlos Aceves Moreno estaba petrificado: parado ahí en medio del caos, las nubes de polvo, el correr de la gente y el sonido de las explosiones dentro del mercado de pirotecnia San Pablito en Tultepec, Estado de México. “Cuando por fin lo encontré corre hacia mí, lo abrazo y empecé a regañarlo por el shock en que yo también me encontraba. ¡Te dije que no te alejaras, que no te perdieras de vista! Revise su playera y la bermuda que llevaba puesta. No le vi golpes en el abdomen, la espalda o la cabeza. Solo tenía uno en la frente y el cabello flameado como cuando te explota el boiler. Pero nunca vi su brazo ni el glúteo lastimado”.

Así es como María Guadalupe Moreno, su madre, relata haberse reencontrado con su hijo de trece años de edad durante la explosión de aquel mercado de pirotecnia el 20 de diciembre pasado. De hecho, Juan Carlos regresó a México hace unos días tras recibir atención médica en el Shriners Hospital for Children de Galveston, Texas donde fueron atendidas las quemaduras que afectaron el 35 por ciento de su cuerpo.

El último reporte que recibimos es que su evolución fue buena; entiendo que se le practicaron tres cirugías en total”, explica Roberto López Díaz, quien dirige la Fundación Michou y Mau para niños quemados, y gracias a la cual Juan Carlos pudo ser enviado a Galveston.

Diferente es la historia de Aurelio, el segundo paciente de Tultepec que fue trasladado a Shriners el 22 de diciembre. Tiene dieciséis años y se le han practicado cuatro cirugías; todas como consecuencia de las quemaduras profundas que tuvo en torso, piernas, brazo y rostro; según los especialistas, abarcaron el 50 por ciento de su superficie corporal.

“Su padre está con él, pero no desea hablar con la prensa. Es comprensible, no es fácil. Lo último que los especialistas nos reportaron fue que Aurelio pasó varios días en terapia intensiva debido a algunas complicaciones respiratorias; desafortunadamente nos informan que fue necesario amputarle algunos dedos de la mano y que una de sus piernas presentaba complicaciones. Sin duda él está en las mejores manos en Galveston, pero su recuperación será más larga que la de Juan Carlos”, precisa López Díaz.

JUGARÍA CANICAS. Juan Carlos había pedido permiso a su mamá para jugar a las canicas mientras ella entregaba mercancía a sus clientes. Cuando terminara, iría a recogerlo.

“A los 10 minutos ocurrió la explosión”. La onda expansiva, recuerda, la empujo más lejos del punto donde se encontraba en el estacionamiento. 

Sin haber sufrido ninguna lesión, se levantó como pudo y esperó un poco para ver si el niño salía, pero nada. 

Empezó a caminar. Iba a ciegas entre explosiones. Juan Carlos fue diagnosticado desde pequeño con hiperactividad y déficit de atención. La muerte de su padre (antes de cumplir tres años) fue tan fuerte que dejó de hablar por un largo tiempo. Por eso, su mamá entendió rápidamente porqué lo había encontrado petrificado en medio del caos. 

APOYO. Si Juan Carlos y Aurelio pudieron volar a diferentes hospitales fue gracias al apoyo del Agrupamiento Cóndores y de la Unidad de Rescate Aéreomexiquense Relámpagos. 

Para el vuelo hacia Galveston, la Fundación Michou y Mau contrató dos aviones ambulancia cuyo costó fue de 400 mil pesos.

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