promesas, como cascajo, no sirven
En la Condesa, a diario se mudan por miedo a sismo
La gente tiene miedo y el futuro de los que ahí viven es incierto
(Foto: Daniel Aguilar | El Gráfico)
Juan Arvizu
La gente tiene miedo. Pero también está enojada por obstrucciones que levanta la burocracia y complica el vivir sin techo desde el 19-S. Los damnificados ya no interesan y se saben abandonados; les enoja recordar promesas que a un mes del sismo, ya son cascajo.
En las áreas de derrumbes, los vecinos tienen rostros de dolor. Miran el vacío, donde antes hubo edificio. Otros están impedidos de entrar a sus departamentos a tomar documentos y objetos de valor.
Hoy, un mes después, vivir se complica, como ocurre a los vecinos de Ámsterdam 28, un edificio de 10 pisos rodeado de construcciones de tres pisos y que en la danza telúrica golpeó bardas contiguas.
Jacqueline González Guerra vivía de la renta de dos departamentos en Ámsterdam 32.
Los azotes que recibió del edificio causaron daños que le impiden rentar y tampoco tiene dinero para reconstruir (cuando se pueda); además, está fuera del mapa de los damnificados que ayudaría el gobierno de la ciudad, “porque vivo en la Condesa”.
Ámsterdam, una de las avenidas más cosmopolitas, registra el éxodo de vecinos; todos los días hay mudanzas. Los negocios han caído en vida vegetativa. La idea de mucha gente es irse y ya no volver a vivir a la Condesa, por miedo a otro sismo. Es el temor que no deja dormir y descansar.